viernes, 3 de junio de 2011

Sobre ríos, el sueño y Hawthorne...

   He soñado bastante, desde hace tiempo vienen tan claros en su apagada turbiedad esos ríos, esas embarcaciones que me han revelado sitios que hoy ya no puedo representarme irreales. Además de los ríos existen para mí dos Buenos Aires, uno que bulle atroz, que arrastra consumidores por las calles, esos inconscientes asesinos de paraísos perdidos; pero hay también otro, uno que duerme, duerme infinito en un eterno amanecer, sólo algunos sutiles caminantes parten conmigo, preñados de eternidad, hacia las aguas, infinitas aguas donde confluyen esas amigables voces que despertaron mi curiosidad por la ficción, que es una forma bastante insolente de aludir a lo único real que permanecerá cuando la maldita alucinación cese por completo. Hawthorne es un enigma a develar, un secreto guardado en una antigua y enorme construcción que abre sus puertas cuando esos incipientes y amilanados soles se quedan suspendidos eternamente en una noche que resiste victoriosa, perpetuando ese sueño que retorna inclaudicable...