Un alma atrapada,
un monstruo que ríe.
Vuelvo con ustedes
padres de alguna forma.
Si me atreviese a contarles:
caminamos sobre una siniestra sombra,
duermen en su sed los mejores hombres.
Una sombra en esa frente
puede ser el principio del fin.
Quizás el desierto no espere otra cosa de mí:
horadan este antiguo cielo aquellas voces.
¡Cuánto ha durado lo pequeño, lo insignificante!
Sólo puedo depararles el mayor de los sueños:
yo, el que llora en silencio
la sumisión de los caballos.