sábado, 31 de diciembre de 2011

Otra Inmanencia (Homenaje a Klaus Kinski)





Se derrama,

se amontona, 

se vacía, 

se sumerge lo sutil en el pequeño tiempo, 

vierte inesperadamente su inagotable hontanar de cristalina magia. 

domingo, 25 de diciembre de 2011

Retorno al Río (la misma música)

   ...No, más allá no había nada más que bañados cubiertos de una especie de hierba flotante que daban la impresión de estar ante una enorme alfombra en suspensión sobre el agua, desgarrada arbitrariamente por quién sabe qué mano poderosa. Caminé por el gigantesco puente hasta poder apreciar una de esas ciénagas, de las cuales, por efecto del sol, emanaban haces que dificultaban la visión, provocados por el reflejo de la luz en los sitios en que el agua quedaba librada del verde y espeso apretujamiento. ¿Y más allá? Más allá el recuerdo de aquellos canales navegados en mi infancia y mi adolescencia, el resabio de una visión cada vez más remota, pero que sin embargo preservaba íntegra la sensación de un enigma no revelado, atesoraba el olor dulzón de ese agua capaz de cantarle a los pescadores aquel arrullo que teñía de fe la espera.
   Esas ramificaciones, ese delta, siempre, como el oeste, como las tormentas, como la llanura, construyeron en mí la férrea convicción de que lo lejano en términos de espacio, puede acarrear hasta nosotros su esencia más pura, inmutable, no permitiendo al tiempo o a la especulación de nuestro deseo la más mínima intervención; tan es así que puedo asegurar que el mar fue más real algunas veces desde ese río, desde esos canales, que en el mismo mar...


Has contemplado en sueños ese río,

desde esas otras alturas

la sagrada turbiedad de un viento transparente...

Te recobra el agua dulce 

ferviente perseguidor de una sola música.

martes, 22 de noviembre de 2011

Diarios de Bicicleta

   


Es moneda corriente entre los que nos interesamos por preguntarnos acerca del objeto y materia objetiva de la literatura, intercambiar ideas respecto de en qué oportunidades nos encontramos ante un texto que reporte rasgos de literariedad. Quien escribe se inclina por la postura de que en muchos fenómenos que tengan que ver con la escritura, es evidente que se está ante un hecho literario. 

Hice un viaje al alto valle del Río Negro, una zona bellísima de la Argentina, y junto a mi compañero de ruta, recorriendo librerías en busca de un libro de Manuel Puig que había prometido regalar a mi madre, me encontré con Diarios de Bicicleta, de David Byrne. Volviendo a la idea del principio de esta entrada, creo que el libro de Byrne podría ponerse como claro arquetipo de estar ante una experiencia literaria, si bien en primera instancia pareciese que sus motivaciones no lo hubieran predestinado a esa esfera tan dúctil y oscilante.

Para quienes no lo conocen, el autor del libro que estoy reseñando fue integrante de los Talking Heads, una banda neoyorquina que dio sus primeros pasos a mediados de los '70 y se disolvió a principios de los '90. Pero su actividad no se limita a lo musical, ya que Byrne es un artista multimedia, que ha colaborado con músicos de la talla de Brian Eno, dirigido un importante número de videoclips, y es también un destacado activista del ciclismo como alternativa de transporte urbano, esa es precisamente la materia de Diarios de Bicicleta. En el libro se propone como idea central el uso de la bicicleta para recorrer el lado "b" de las ciudades. David reseña con una sensibilidad y una capacidad de observación admirables, su recorrido en una bicicleta plegable por diversas ciudades del mundo a las que ha ido de gira: varias ciudades norteamericanas, además de Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Sidney, Londres, San Francisco y Nueva York. La propuesta es sencilla, es imposible con un automóvil o cualquier medio de transporte urbano, acceder a los lugares a los que podemos acceder con una bicicleta, sumado esto a las consabidas ventajas que acarrearía este fenómeno si se extendiese, desde el punto de vista de la transitabilidad en los grandes polos urbanos, en cuanto a la reducción de la polución, y sin desestimar por supuesto los beneficios ostensibles en la salud de quienes se animen a sumarse a la propuesta. 

Pero más allá del activismo de Byrne en favor del uso de la bici, lo que me parece enormemente rescatable de Diarios de Bicicleta, es el hecho de estar ante una de las crónicas de viajes más fascinantes que he leído. Hay en el libro observaciones sociológicas, arquitectónicas, en relación a la situación del mundo del arte de las ciudades visitadas, que invisten un poder inquisitivo envidiable. Así por ejemplo, nos encontramos con que gracias a la moda del karaoke, Manila pareciera ser el escenario de una enorme obra conceptual, pues es un fenómeno que se ha multiplicado notablemente y que puede observarse fácilmente por toda la cuidad. El capítulo de Estambul es para quien escribe el mejor, especialmente el relato de la visita a una mansión con vistas al Bósforo llena de pinturas, una colección de caligrafía otomana y objetos de arte valiosísimos, como también la descripción de una noche contemplando la danza del vientre de un grupo de bailarinas, junto a un grupo de kazajos y turcos, en un tugurio gitano milenario. 

Soy argentino, y conozco bastante Buenos Aires, por lo tanto reafirmo lo que escribí algunas líneas arriba sobre la capacidad de observación de Byrne, ya que en el libro hay una de las mejores descripciones que he leído sobre la tan mentada "noche porteña" en el capítulo Buenos Aires. Me satisfizo lo bien parada que deja a nuestra música, no escatimando elogios para Juana Molina, Diego Frenkel o León Gieco, entre muchos otros. 

En definitiva, libro recomendado Diarios de Bicicleta, para todos los amantes de las crónicas de viajes, y vuelvo a destacar su valor literario, cifrado principalmente en lo admirable de su amplitud descriptiva y su capacidad de abstraernos en una lectura llevadera y rapidísima de sus más de 360 páginas. Espero que lo disfruten tanto como yo...  

viernes, 18 de noviembre de 2011

AH, MIS PIES DESNUDOS...

   


   En esta entrada voy a escribir poco. Como habrán visto en mi perfil los queridos amigos que me acompañan a la distancia, compartiendo búsquedas, sonidos, imágenes y obsesiones, unos de mis artífices de referencia es Pier Paolo Pasolini. No voy a hacer acá una reseña sobre su cine, sobre su obra literaria, sobre su benditamente revulsiva militancia, ..., se han hecho tantas y algunas muy buenas. Simplemente quiero compartir con ustedes el final de Teorema, un libro suyo de finales de los sesenta. Historia, si puede llamarse así, también llevada al cine por PPP. En el libro, interpuestos en medio de un formato narrativo, se encuentran una serie de poemas. El que voy a añadir a continuación es el que da final a la novela, y es para mí una suerte de reflexión interna hecha por el personaje, que de alguna manera encarna la cristalización de la militancia del director italiano contra la absurdidad de las aspiraciones burguesas, su reivindicación de la simpleza de las gentes de los suburbios, del campesinado, sin caer en entronizaciones demagógicas, esas que justamente siempre ha utilizado el poder para lavar en público sus secretos pecados. Habla también el poema del desierto, tal vez único ámbito en el cual la gran pregunta pueda ser alguna vez respondida, ese desierto en el que este personaje, un empresario milanés, despojado voluntariamente de todas sus riquezas, camina hacia el momento de su verdad, en un absoluto y literal estado de desnudez... 



¡Ah, mis pies desnudos que caminan
por la arena del desierto!
¡Mis pies desnudos que me llevan
allí donde sólo hay una presencia única
y donde nada me ampara de ninguna mirada!
¡Mis pies desnudos
que han escogido un camino
que yo sigo como en una visión
de los padres que construyeron,
en el 20, mi villa de Milán y de los jóvenes
arquitectos
que la completaron en el 60!
Como ya para el pueblo de Israel y el apóstol
Pablo,
el desierto se presenta ante mí
como la única parte de la realidad que es
indispensable.
O mejor aún, como la realidad
despojada de todo, salvo de su esencia,
tal como se la representa quien vive y, a veces,
la piensa, aun sin ser filósofo.
En efecto, nada hay aquí
que no sea necesario:
la tierra, el cielo y el cuerpo de un hombre.
Por demente, abisal o etéreo
que sea el horizonte oscuro su línea es UNA:
y cualquier punto suyo es igual a otro punto.
El desierto oscuro que parece brillar,
tal es su dulzura azucarada,
y la bóveda del cielo, incurablemente azul,
cambian siempre, pero son siempre iguales.
Bien. ¿Qué decir de mí mismo?
¿De mí, que estoy donde estaba y estaba donde
estoy
autómata de una persona real
enviado a caminar por el desierto en lugar de
ella?
ESTOY LLENO DE UNA PREGUNTA QUE NO SE RESPONDER.
¡Triste resultado, si he escogido este desierto
como lugar verdadero e ideal de mi vida!
El que buscaba por las calles de Milán
¿es el mismo que ahora busca por las calles del
desierto?
Es cierto: el símbolo de la realidad
tiene algo de que la realidad carece:
representa todo significado,
y a la vez agrega —precisamente
por su naturaleza representativa— un
significado nuevo.
Pero este significado nuevo es indescifrable
para mí
—a diferencia del pueblo de Israel o del apóstol
Pablo—.
En el hondo silencio de la evocación sacra,
me pregunto entonces si para marchar al desierto
no es preciso haber tenido una vida
ya predestinada al desierto, y si al vivir
en los días de la historia —tanto menos hermosa,
pura y esencial que su representación—
no es preciso haber sabido responder
a sus preguntas infinitas e inútiles
para poder responder ahora
a esta del desierto, única y absoluta.
¡Mísera, prosaica conclusión
—laica por imposición de una cultura de gente
oprimida—
de un cambio iniciado para ir hacia Dios!
Pero ¿qué habrá de prevalecer? ¿La aridez
mundana
de la razón o la religión, despreciable fecundidad
de quien vive
relegado en la historia?
Mi rostro, pues, es dulce y resignado
mientras camino lentamente,
jadeante y bañado de sudor,
cuando corro
lleno de un sacro terror,
cuando miro a mi alrededor esta unidad sin fin,
puerilmente preocupado,
cuando observo bajo mis pies descalzos
la arena sobre la cual me deslizo o me arrastro:
precisamente como en la vida, como en Milán.
Mas ¿por qué me detengo súbitamente?
¿Por qué miro fijamente ante mi, como si viera
algo?
No hay nada de nuevo más allá del horizonte
oscuro,
que se delinea infinitamente distinto o igual
contra el cielo azul de este lugar
imaginado por mi pobre cultura.
¿Por qué, sin que mi voluntad lo ordene,
se me contrae la cara,
se me hinchan las venas del cuello,
se me llenan los ojos de una luz ardiente?
¿Y por qué el grito —que desde hace unos
instantes
me sale enfurecido de la garganta—
no agrega nada a la ambigüedad que hasta ahora
ha dominado mi vagabundear por el desierto?
Es imposible decir qué clase de grito
es el mío: aunque sin duda es terrible
—a tal punto que me desfigura los rasgos
volviéndolos parecidos a las fauces de una fiera—,
también es, en cierto modo, alegre,
y me convierte casi en un niño.
Es un grito que invoca la atención de alguien
o su ayuda; pero que quizá también lo maldice.
Es un aullido que quiere proclamar,
en este lugar deshabitado, que existo,
o bien no sólo que existo,
sino también que soy. Es un grito
en el cual, hundido en la angustia,
se siente un vil acento de esperanza;
o acaso un grito de certeza, totalmente absurda,
dentro de la cual resuena, pura, la desesperación.
De todos modos, esto es cierto: sea cual fuere
el significado de mi grito,
está destinado a perdurar más allá de todo fin posible.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Últimas Primeras Palabras

Descubrirás las maravillas que pronto te serán vedadas
por un implacable e invisible ejército de nadies,
arrastrarás a paso lento el sonido de una noche
en la que un tortuoso y húmedo calor acabará por derretir tus huesos.


Tan pequeño ese niño para advertir a un enemigo tan cercano:
gestación de monstruos multiplicándose en mil rostros 
de una misma y persistente catástrofe...


¿Cómo logran esas execraciones tomar la forma de padres, de madres, de abuelas,
redoblar la apuesta, perpetuar a lo largo de los siglos las más fatídicas calamidades?


Oración de los muertos el vino y su magia, ..., abren la puerta de un nirvana,
un nuevo pacto de redención en una eternidad ajena a este empecinarse a las mismas veredas.


Cuántas falsas Albertinas me han hecho cantar un mudo grito en tierras ajenas,
sigo bailando aún aquella danza invisible, tal vez será esa etérea huella mi único poema,
mi casa sin nombre, mi origen encriptado en una indeleble lápida llamada destino.


Oración de los muertos el vino y su magia, ..., morir en ese fantástico sueño 
-suspensión de una perennemente embrionaria luminosidad...-


Oración de los muertos el vino y su magia, ..., me he entregado a lo único conocido...

martes, 8 de noviembre de 2011

Inmanencia

   Como de costumbre, las Luces Involuntarias transportaron mi experiencia, en este caso, hacia una pequeña casa en ruinas. Los episodios de ese tipo de factura, tal como he manifestado en reiteradas ocasiones, suelen darse en esos fantásticos amaneceres eternos, una especie de suspensión del tiempo en la cual la tenue luz de una luminosidad en cierne, compone el escenario de mis viajes más singulares. Me vi impelido a ingresar, puesto que algo desconocido me invitaba a sortear las estancias impregnadas de un espantoso olor a humedad, a muerte y abandono. Cuando llegué a la última habitación, desde la ventana descubrí un pequeño cementerio familiar. Desde chico me sentí atraído por todo lo tocante a los rituales y ornamentaciones que nuestra cultura suministra a quienes han traspasado el umbral, ..., el momento de la gran revelación, si es que la hubiera. Salté por el marco de la ventana y me ubiqué en el centro de las pocas sepulturas. No obstante, contrariamente a esas oportunidades en que las últimas moradas generaban un revelador dulzor arrastrado por un húmedo vientecito de principios de verano, sentí una presencia horrorosa que me obligó a desandar espantado el derrotero que me había llevado hasta las tumbas. Nada podía verse, olerse, tocarse, escucharse, lo cual tornaba más siniestra la comparecencia de una amenaza que hostigaba mi huída, haciendo que mis pasos no lograran hacerme avanzar rápidamente. Pude llegar hasta una de las primeras estancias cuando desperté, ya que las Involuntarias Luces parecieran ofrendar en cuentagotas el anticipo de una realidad que quizá en un Tiempo cercano o remoto -sinceramente no puedo atisbarlo- me introduzca de lleno en esas experiencias, no solo las del tipo que acabo de relatarles, pues he hablado en algún poema de cuerpos colgados esperando su turno en recintos embebidos de un dolor con opacos destellos de hielo, de ciudades Speerianas en las que siempre una calle acaba en un edificio antiguo, perfectamente conservado, en el que algo relativo a Hawthorne invita a entrar y desafía a la peripecia de animarse a revelarlo. Muchos años después encontré esta foto en una serie tomada por una querida amiga en que la casa era casi una réplica de la lóbrega protagonista de esta humilde confesión...    


Foto: gentileza de Cintia...

viernes, 14 de octubre de 2011

Rebelión, última o primera sangre...

   Con la noche en su más sórdido clímax, anhelando las involuntarias luces del sueño. Con el siniestro murmullo de esas muertas que pueblan este lado del infierno. Con un implacable, blanco, tortuoso, macilento artificio del destino, sepultando a ese niño que prosigue construyendo perspectiva, espacio, ansias. Esa inmutable tracción de calamidades, cifrada en un nombre, una vida de la cual el primer río se aleja, parece no dejar espacio al progreso del milagro que anticiparon los canales, esa casa estallando indescifrable en medio de la resplandeciente llanura, ese camino solitario, las melodías de un inicio en el que todo bastaba para trascender el cerco de acceso a una música capaz de revelar los supremos secretos. Caminas hoy con este suceso a cuestas y el cansancio del tiempo serpenteando las últimas puertas al único retorno posible. 
   Matar en nombre de la libertad no es aun factible en este enrarecido paraje de adversidades, mas cuando el único sonido vuelva a insinuarse, aprestarás tu espada, invocarás al viento gris, orarás al único y humano dios de siempre, y te sumergirás en la profundidad de un mar que siempre te ha estado esperando... 


Foto: gentileza de Cintia...

jueves, 29 de septiembre de 2011

Génesis, Caminos, Tiempo Absoluto

   El viento en el invierno del '94 me confesó que la vidala no es del hombre, ni del despierto, ni del arriesgado alquimista, ni del altivo traductor de lo efímero. No conocía a Hunter Thompson cuando esa singular perspicacia me arrojó al camino, a su inconmensurable y milenario designio, pero a veces el tiempo se rompe en Tiempo y la involuntaria posibilidad de condensación nos revela al mismo instante una vieja y guardada esencia tanto como el preludio de una voz que proviene de un lejano futuro, desprovista del símbolo. El rezo de un persistente espíritu, inmutable caminador de la breve pero recurrente iluminación, construye una obra admirable, una lumbre que crece, incorpórea, sonido, única y verdadera creación posible. No conocía a Hunter Thompson cuando esa singular perspicacia me arrojó al camino, tampoco a la indeclinable estepa, esa que profusa de una fría y densa invisibilidad encendió nuevamente la magia. No conocía la prodigiosa rendición de las bestias, mas la vidala reza por sí misma en el camino, mas el camino es vidala, mas el viento es universo, mas es cada paso en viento y en vidala uno de los verdaderos inicios...


Foto: gentileza de Cintia...

domingo, 28 de agosto de 2011

ADIOS

Densa, muda como un lento pero inexorable fango,

apagas muerte al pequeño fuego de un milagro.

Se han perdido mis manos en esta incipiente noche,

pues se ha ido un perfecto silencio,

una nota sutil,

ese único habitante... 


viernes, 12 de agosto de 2011

Sur

   Por delante se yergue una invitación a la sagrada aventura. Caminas desde la periferia hacia el centro de todo y de ti mismo. Jamás la más inquisitiva y consagrada pluma podrá vencerte voz del desierto. Fuego, iluminación, acción irreverente de aproximarse a la intimidad de los dioses. Es tan vasta la experiencia cuando en la inmediatez los neutros amarillos conmocionan a una sensibilidad dormida en el pasado, nada puede con mi Tiempo ajeno al tiempo, lo involuntario estremece a lo insignificante, lo sepulta en los dominios de un olvido que de casi tan total, acaba por olvidarse. Una serpiente color de mosca comiéndose a sí misma por la cola hasta desaparecer, sólo su olor casi imperceptible persigue al caminante. He olvidado tantas calles, extraviado tanto silencio, he vuelto al río sin el embrujo de la infancia. No obstante tras las bardas que anuncian el hielo cuando el sol aún arrecia, sumergiré mis ojos, mi escucha, mi volátil transgresión acudirá en busca del clamoroso viento, ..., retorno, final del camino, morir olvidándose, respirar la tenue y agreste prestidigitación del más genuino presente... 


jueves, 14 de julio de 2011

Caminar (los senderos por venir) Dedicado a Pasolini y su Teorema, dedicado al desierto, dedicado a los eternos buscadores...

   Caminaré, perturbaré al menos por un instante a este siniestro remanso de calamidades. Caminaré, sordo y ciego ante el ruinoso ruido de las ruinas que empiecen a caer en su propio abismo. Caminaré, caminaré con el retumbo de Hawthorne en el alma, vacío el corazón, a la espera de esas amarillas constelaciones que danzan con el cálido vientecito de diciembre. Caminaré, dejaré atrás la vigilia vana para sumirme en la estrepitosa cancelación de una anticipada y absurda muerte. Caminaré quizá sin cómplices, sin canciones anodinas, sin el fragor de las antiguas arengas, sin la esperanza de recobrar el evadido e ilusorio fuego. Réprobo de toda reprobación, desbarataré con un silencioso y sostenido paso las primeras pertenencias. Caminaré, pagaré uno a uno mis genuinos pecados, inserto de lleno en la inconmensurable estridencia de un tiempo ajeno al Tiempo. Caminaré, caminaré...  

sábado, 9 de julio de 2011

Poema Nro. 10, Amelia, La Frontera (versión extendida)

Nadie más que Amelia

puede escuchar el deceso

de un silencio encerrado:

deseas vivirme en silencio.

Estas épocas de soles totales,

de inviernos humanos,

han levantado un muro entre mí y lo posible.

Piensas transitar otras calles,

las de aquí, refugio de fantasmas,

se han vuelto fatales,

piensas retornar a los dominios del silencio,

donde el arte, desvelo de tontos,

voracidad de farsantes,

se vuelve innecesario.

Volver, retorno, regreso...

El artífice se derrumba

cuando el sueño me rehace,

utopista del eterno movimiento

busco despertar bajo otras luces 

al que se ha vuelto padre y prisionero de un mundano embujo.

Volver, retorno, regreso...

Ay de los aliados que duermen, 

ay de este destierro,

ay de aquel nublado río...

domingo, 3 de julio de 2011

Poema Nro. 4, Amelia, La Frontera (versión extendida)

Asciendes,

baila este incendio

con el hielo que buscas Amelia.

Duermes el sueño de los sueños,

oyes al viento que vuela a tus espaldas,

te arrastra, te acerca

al más premeditado de los oestes.

Asciendes,

baila esta niebla

con tu niño muerto.

Arriba,

se desvanece ese olor antiguo:

recoge aquellas olas de río,

tráelas contigo para no extraviarte.



Pues el tiempo es un abismo ante nosotros

ciegos sobrevivientes de lo insignificante,

hemos olvidado la voz de los muertos:

cuando niños nos cantaban a través de un cálido viento,

la experiencia revelaba esa inmaculada perfección de los sauces,

nos mostraba un camino, esa interminable travesía 

donde las abuelas moraban aguardando peregrinos.



Asciendes,

baila esta niebla

con tu niño muerto.

Pues el camino es un reguero de cadáveres inútiles,

de mudas máquinas,

de reyes anodinos

     señoreando una nada...    

sábado, 25 de junio de 2011

Lisandro Aristimuño

Muy pocas veces, los que solemos curiosear qué es lo que está pasando con la música, nos encontramos con un fenómeno que transgreda la frontera de lo esperable. Hoy en día la tecnología nos posibilita el acceso casi inmediato a tanto material que la sensación que uno siente es realmente abrumadora. Sin embargo, casi siempre, las nuevas bandas y los nuevos discos no logran conmovernos. Tal vez debamos a las facilidades que nos acerca esa misma tecnología la multiplicidad de fenómenos musicales que se producen, dado que actualmente no se vuelve una proeza el poder materializar un disco, y existen espacios virtuales en los que mostrar lo que se muestra de manera muy accesible.

Es probable que este vasto universo de expresiones, no constituya otra cosa que la densidad necesaria de un contraste, para que desprendidas del contexto general, emergan luces como la de Lisandro Aristimuño. Como tantas, me llegó la discografía de Lisandro en el pen drive de un amigo, entre decenas de discos que rápidamente eliminé de la memoria de mi computadora, pero con su música claramente se siente la sensación inmediata de estar ante algo de verdadera trascendencia. Es como nos pasó la primera vez que escuchamos a The Velvet Underground, a Liliana Herrero, a Radiohead o a José Larralde, sentir la sensación de estar ante expresiones inspiradas, honestas, hechas en el momento justo y con la capacidad de permanecer en el tiempo sin perder un ápice de su naturaleza representativa.

Sería muy difícil conceptualizar de manera precisa la música de este compositor nacido en Viedma (ciudad que entre paréntesis les recomiendo conocer). Yendo al punto de lo netamente musical, uno se encuentra con una sensibilidad capaz de congeniar inteligentemente orquestaciones que son una síntesis de aires folklóricos argentinos, elementos thomyorkeanos, percusiones precisas y armonías inteligentes sin intención de exhibicionismos protojazzeros. 
 
Las letras son un capítulo aparte, pues para quien escribe, lograr la sutileza de expresarse renovadamente a través de la palabra es algo muy difícil. Las letras de Lisandro son una suerte de prestidigitación capaz de atrapar epifanías, naturaleza, la magia de los pequeños grandes momentos, y de abordar el tema del amor opuesta a la cursilería romanticoide de algunos músicos latinos y vernáculos que padecemos a veces inevitablemente, por ejemplo en la sala de espera del médico, no me digan que no les pasó, no es espantoso?

Su discografía consta de cuatro discos, Azules Turquesas (2004), Ese Asunto de la Ventana (2005), 39º (2007) y Las Crónicas del Viento (2009), pero se me hace difícil escindir uno de otro, son como el sutil testimonio de una continuidad musical inteligentísima, un verdadero viento fresco del sur portador de transparencias en las que el arte vuelve a mostrarse como algo posible en medio de la repetición de la vorágine posmoderna.

A continuación les añado un video de una versión en vivo del tema El Plástico de tu Perfume (del disco 39º), con una invitada de lujo, Liliana Herrero, que lo disfruten…



jueves, 23 de junio de 2011

Poema Nro. 2, Amelia, La Frontera


 Cargas un viejo santuario

y un tiempo que escapa furtivo,

sólo te encuentra para atravesarte:

nos hablan, nos caminan, hasta nos piensan Amelia.

Ay de nosotros no poder robarte del tiempo.

El mundo suena en tu ventana

y cierras las puertas:

tanta gente cargando el peso

de una alegría finita.

Corren sin percatarse estos muertos,

corren con su derrota a cuestas.

Una anciana despertó por última vez,

camino solo…,

llevo en mis pasos su último aliento.

miércoles, 22 de junio de 2011

Días de Perro

Una melodía

copiosa de líquidos imaginados

sobrevuela las afueras de Viena.

Un mundo moderno de antiguas plagas

emerge constante en el tumulto,

consolida, amenaza,

navega crudo sobre ríos de cadáveres.



Seco los trapos que ocultaron tus excesos,

saco pases para que dejes la niebla:

siglos de nieblas sin vientos que arrasen la nada.



Tus inútiles sahumerios

encendidos en verano

estallan,

agravan el verano la espera los días.

lunes, 20 de junio de 2011

Poema Nro. 3, Perdidos, La Frontera (versión extendida)

Y somos como el brillo torrente hirviente.

Brilla mientras las dóciles bestias

yacen bruces atónitas contra hielo.



Somos como la muda sombra,

insomne delgadez olvidada,

toca pero no lastima al hombre que ríe

ante tus vanos pasos.



Todo lo que recuerdan

tus últimas frases

en el fin, el fin de tu tarde siempre tarde,

quizás bastara una simple cuarta,

un falso profeta serpiente,

un algo de plástica y anodina magia…



He gritado inútilmente

ante estos oscuros fantasmas, 

descendido barrancas hacia un río 

al que me vi forzado a traicionar

antes de recorrer esos lóbregos espejos 

que aguardaban bajo esas simuladas noches.



Una enormidad de décadas

me ha colocado ante aguas menos confiables.

El fin de tu tarde siempre tarde

me convierte en pájaro bajo esos cielos de fuego,

pues ya no amo la sal, 

ya no amo algunas voces,

ya no amo recordar la llanura,

el verde encantamiento...

sábado, 18 de junio de 2011

Poema Nro. 2, Las Luces Involuntarias, La Frontera

Luces involuntarias

alumbran el ingrávido mundo

en que andar entre sepulcros

-un futuro que se recuerda–

se ha vuelto puerta.



La puerta de un mundo propio

parece haberse abierto:

descubro mi cara de niño pájaro

en el espejo de un alma

que de tan cansada de andar en las sombras

ha comenzado a despertar a la mejor de las muertes.



El olor de tu sangre,

el crujir de tu viejas y frágiles venas transparentes

-te has vuelto un fino cristal que resuena sin verse–

se confunde con la tenue luz

del más neutro de los mundos.



Las luces involuntarias

se han encendido para atisbar el halo

de tus antiguos pasos.

Somos tan viejos como el más viejo de los átomos:

hemos muerto tantas veces

que el matar se vuelve un resoplo de chico

que vuelve a su casa

en busca de la mano de una madre:

las más tierna de las asesinas,

en busca de la voz de un padre:

el más idiota de todos los hombres.

viernes, 17 de junio de 2011

Poema Nro. 1, Las Luces Involuntarias, La Frontera

Transita la oscuridad,

la lujuria de un sueño:

todo lo púrpura se apaga,

despiertan los que andan… simplemente andan.



Ay de las bestias que se pierden,

navegan sin rumbo hacia el fin de los tiempos.



Tan invencible la puerta del mundo,

el mundo de los olvidados muertos.

Vuelve una de aquellas madres:

esas que duermen al resguardo

de las peores sombras.



Los que a menudo despertamos

velamos una sombra:

esa tierra de huesos y carnes… de huesos y ladrones. 

miércoles, 15 de junio de 2011

Poema Nro. 10, Perdidos, La Frontera

Un alma atrapada,

un monstruo que ríe.

Vuelvo con ustedes

padres de alguna forma.

Si me atreviese a contarles:

caminamos sobre una siniestra sombra,

duermen en su sed los mejores hombres.



Una sombra en esa frente

puede ser el principio del fin.

Quizás el desierto no espere otra cosa de mí:

horadan este antiguo cielo aquellas voces.

¡Cuánto ha durado lo pequeño, lo insignificante!

Sólo puedo depararles el mayor de los sueños:

yo, el que llora en silencio

la sumisión de los caballos.

martes, 14 de junio de 2011

Poema Nro. 5, Perdidos, La Frontera

Disponemos de tanto sol.

El día quedó atrapado en una ácida nota:

se parece a la reberveración

tras el eterno adiós de los ausentes.



Alguien vuelve sin quedarse,

alguien habla sin los ojos,

alguien canta a mis espaldas

como canta el agua cautiva.



Perdidos, perdidos en los viejos puentes,

amantes de otras vidas,

buscando puertas a tientas.



Busco una vía,

    un silencio,

        un sonido,

            una tarde,

                busco un eclipse en un mágico río.

sábado, 11 de junio de 2011

Poema Nro. 20, Perdidos, La Frontera (versión extendida)

Cuánto más vívida

agua verde de los sueños,

cuántas más piedras de esa calle,

esa eterna mañana que me invade

y escapa cuando vuelve el mundo,

cuánto más precisa mi humana infancia.



Vivo ante dioses enormes,

ando entre murallas de acero,

pequeñas puertas

plagadas de trampas para valientes.



Deseo no olvidarte mañana,

mañana de heladas luces.



Vaga este deseo encumbrado 

por los las Señoras de la noche,

se hace vuelo, flotación, 

deslizar por aquellas veredas insólitas

a las que llegaba el mundo

cabalgando un viento transparente. 



Deseo no olvidarte mañana,

mañana de heladas luces.