Cargas un viejo santuario
y un tiempo que escapa furtivo,
sólo te encuentra para atravesarte:
nos hablan, nos caminan, hasta nos piensan Amelia.
Ay de nosotros no poder robarte del tiempo.
El mundo suena en tu ventana
y cierras las puertas:
tanta gente cargando el peso
de una alegría finita.
Corren sin percatarse estos muertos,
corren con su derrota a cuestas.
Una anciana despertó por última vez,
camino solo…,
llevo en mis pasos su último aliento.