lunes, 12 de noviembre de 2018

Hal, de Amy Scott, en el marco del 33º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata


Contando con una gran cantidad de testimonios de allegados, y con la propia voz del director, el documental dirigido por la realizadora Amy Scott, se enfoca principalmente en la franja de la filmografía de Hal Ashby comprendida entre The Landlord y Being There.

Si bien no es un nombre que comúnmente se suele citar cuando se habla de los realizadores más emblemáticos de la Nueva Ola Americana de los '70, tal vez el de Hal Ashby sea el más representativo en cuanto a las características que se le suelen atribuir a aquel cine. Y quizás se deba este merecimiento -al menos en parte- a que la obra y la vida de Ashby son, como en el caso de tantos artistas, muy difíciles de leer por separado. 

El documental dirigido por Amy Scott, además de contar en muchos tramos con la palabra en boca del propio Ashby, se sirve de una ingente cantidad de testimonios de quienes lo acompañaron en sus proyectos: desde Robert Towne (su guionista fetiche), hasta Jane Fonda, desde Jon Voight, hasta Jeff Bridges, desde Cat Stevens, hasta Bruce Dern, desde Alexander Payne, hasta Norman Jewison. Y en el caso de estos dos últimos, hay una yapa implícita, dado que en el caso de Jewison, director de In the Heat of the Night, película por la cual Ashby ganó un Oscar a Mejor Montaje, habla alguien que fue su amigo entrañable, aportando información de primera agua, no solo desde el punto de vista profesional, sino también desde el humano. Respecto de Payne por su parte, y ciñéndose al mainstream norteamericano actual, el guiño maestro del documental radica en que la obra del director de Nebraska es acaso la que mantiene más en alto -a pesar de su última y fallida Downsizing- muchas de las banderas que Hal Ashby trató de hacer flamear contra viento y marea, preponderantemente en cuanto a desafiar -al menos en buena parte- las reglas de una industria que arrasa por defecto con casi todo lo que no acate sus pautas de financiamiento, realización y comercialización. 

Hal se circunscribe mayormente a los setenta, década que en la filmografía del director empieza con The Landlord (1970) y cierra con la bellísima Being There (1979), uno de los últimos trabajos actorales de Peter Sellers. Y está bien que así sea, dado que esa década, con las obvias limitaciones que siempre impone quien financia un proyecto y pretende obtener un rédito de él, se caracterizó por una suerte de carta blanca, de venia de libertad que los directores recibían de parte de una industria que a posteriori, en conformidad con la administración Reagan y el viraje cultural que se impuso en Estados Unidos, en consonancia con la derogación de las leyes antimonopolio, se volvió más restrictiva, calculadora y milimétrica, haciendo casi imposible que un realizador con la excéntrica forma de trabajar que tenía Ashby, sobre todo en lo tocante al proceso de montaje, y con el antecedente de la temática de sus películas previas, obtuviese la subvención para narrar por caso una historia en la que un chico de clase alta de quince años se enamora de una mujer libertaria de setenta y nueve; una historia en la que un coiffeur de Los Ángeles adicto al sexo frecuenta ámbitos de riqueza y frivolidad de la industria cinematográfica, poblados por personas para quienes el triunfo de Richard Nixon es un hecho esperanzador; o una historia en que la esposa de un combatiente norteamericano de la guerra de Vietnam, advierte la verdadera cara de la farsa al ponerse en contacto con ex combatientes mutilados. 

La vida de William Hal Ashby, como toda vida, tuvo sus luces y sus sombras. Nació el 2 de septiembre de 1929, en el seno de una familia mormona, en Ogden, una pequeña ciudad del norte del estado norteamericano de Utah. Su padre abandonó la familia y se suicidó cuando el pequeño Hal tenía doce años, hechos que lo marcaron de por vida y que necesariamente influyeron en la elección de los temas a tratar en su obra y el lugar desde el cual trabajarlos. Se trasladó siendo muy joven a California y realizó trabajos como ayudante de montaje. Previo al Oscar que ganó por In the Heat of the Night, obtuvo una nominación a Mejor Montaje por The Russians are Coming The Russians are Coming (1966), película dirigida también por Norman Jewison. Tuvo vínculos de pareja con muchas mujeres y una relación con las drogas al menos durante toda su carrera, circunstancia que según las fuentes en las que abreva el documental, nunca interfirió en el resultado final de su trabajo. Sin embargo, cuando la industria asestó la piña definitiva, el factor drogas fue uno de los golpes bajos de los que se echó mano para desacreditarlo. También jugó en su contra su forma personalísima de filmar. Muchos de sus allegados, cuando terminaba el rodaje de un film, no veían la película que Ashby tenía en mente y que el posterior proceso obsesivo de montaje terminaba confirmando. Respecto de esa obsesión, es bastante popular el dato de que tardó varios meses en editar el video de Message in a Bottle, de The Police. Hay que sumar a esto su poca afección por respetar a rajatabla un guion y su proclividad por generar en los rodajes grandes espacios reservados a la improvisación y por establecer una relación de tutelar cercanía con los actores. Al menos los que dan testimonio en el documental, dan cuenta de este aspecto aparentemente muy relevante que recuerdan de la experiencia de haber trabajado con él: Bud Cort (protagonista de Harold and Maude), visiblemente emocionado, lo evoca como a un padre. En lo estrictamente más familiar, Ashby abandonó a una hija que en la película también da su comprensivo testimonio, incluso entendiendo que el personaje interpretado por la niña Angelina Jolie en Lookin' to Get Out (1982) es un implícito homenaje de su padre hacia ella. 

El nombre de Ashby estaba entre los principales barajados para dirigir Tootsie (1982, película finalmente encomendada a Sydney Pollack), y por lo que se desprende de las revelaciones que se muestran en Hal, la exclusión del proyecto debido a una mala fama amañada por un medio que ya no estaba dispuesto a admitirlo, fue el inicio de un período de declinación emocional en el que si bien entregó un par de films más y dirigió videos y trabajos para televisión, estaba escrito que los años de gloria pertenecían a la década precedente. Hal Ashby falleció debido a un cáncer de páncreas el 27 de diciembre de 1988, a los cincuenta y nueve años. Tal como fue propuesto por Jeff Bridges, sus cenizas fueron esparcidas en las aguas de una playa de Malibú.