El último títere de César Aira, logra escapar de las garras de un sicario para navegar por el Mediterráneo, ser vendido como esclavo, enamorar perdidamente a la reina de un exótico país africano y descubrir el deleite de la acción tras una larga existencia contemplativa en un monasterio de la Cataluña de finales de la Edad Media.
Conociendo la obsesión de
César Aira por singularizar cada ejemplar de sus libros, por dotarlos (al
menos) de una infralevedad
distintiva, hablar de su última novela como de la ochenta y tantas, sería
contravenir uno de los rasgos caracterizadores del artífice. Acaso en las
actuales épocas en que el concepto de viralización está tan en boga, podría
considerarse al último trabajo del escritor nacido en Coronel Pringles como una
pequeña partícula más lanzada a la multiplicación del aparentemente inagotable
universo airano.
El
santo nos lleva a las
postrimerías de la Edad Media, a un pequeño pueblo catalán junto al mar
Mediterráneo, desde donde un monje hacedor de milagros, advirtiendo la
proximidad de su muerte, decide retornar a su Italia natal para morir en su
terruño. Dicha decisión desencadena, ante la inclaudicable determinación del
viejo asceta de cumplir con su peregrino cometido, y frente a la inminente
pérdida del formidable negocio de la exhibición de su cuerpo una vez muerto, la
urdimbre de un plan para asesinarlo. Para este cometido, el Concejo de
correligionarios contrata al Cobalto, una suerte de sicario que persigue al
santo en su viaje por mar en una falúa griega y en un barco pirata turco, y
posteriormente, en un derrotero (con aires de road-movie lynchiana) por
exóticos países africanos.
"¿Quieres
saber quién eres? No preguntes. Actúa. La acción te definirá y
determinará.",
escribió Witold Gombrowicz en uno de sus Diarios; y si bien es indiscutible que
el anciano religioso pasa de una vida de recogimiento a la acción, esta acción
se da en dos fases muy bien definidas, ya que en un principio ese hacer, ese
obrar, es forzado por las circunstancias, haciendo emerger empero, como
consecuencia, como segunda instancia, un sentido de autodeterminación que va in crescendo a medida que la historia
avanza. El arco transicional discurre desde un ámbito de oración, contemplación
y rutina consuetudinarios, desde un día a día entre pájaros del mismo plumaje donde
todo acontecer, fortuito o premeditado, se vuelve moralmente convincente si se
lo atribuye a la voluntad de Dios, hacia una itinerante y exuberante vida en
que hasta un apasionado romance con una reina sabe a poco ante las nuevas
expectativas que van emergiendo en el transmutado hacedor de milagros; y ese quién soy aflora aportando cualidades
dormidas, inimaginadas, presagiando un futuro colmado de nuevas posibilidades. “Es asombroso lo que se aprende saliendo del
cascarón de lo cotidiano” dice el Cobalto al santo en el único diálogo que
mantiene con quien ha sido objeto de su precipitada pesquisa.
En una entrevista que le
realizaron en Montevideo, Aira manifestó: "Nunca
me interesó la psicología de los personajes. Tampoco en la vida real me
interesa ahondar en la psicología de la gente. En mis novelas, los personajes
son solamente funcionales a la trama. Si sirven para que la historia avance,
están bien. No trato de darles densidad psicológica, una redondez, algo para
que crean que existe esa gente en el mundo, cuando son como figuritas, títeres
que yo manejo a mi modo.", y el protagonista de El santo no es la excepción a esta pauta, el monje, si bien es un
personaje forzado a actuar por la coyuntura en un comienzo y que luego acaba
adquiriendo la capacidad del hacer deliberado, toma decisiones que no provienen
de una mente dotada de una hondura analítica; es el característico personaje
títere del autor, que como un Ema, la
cautiva es absorbido por contingencias, orbes y culturas asaz desconocidos
hasta entonces.
Aira ha declarado tener
que sobrellevar con cierto fastidio esa necesidad de tener que filosofar el
porqué de las circunstancias, no solo las que describe el narrador de sus
textos, sino también las propias. Tal vez sea por eso que el santo, ante la
interpelación del Cobalto respecto de los pormenores que han hecho posible la
inconsciente fuga, responde: “Para darle
una respuesta, tendría que pensar, y a esta altura de mi vida y experiencia no
quiero pensar más. En eso también coincidimos. Si me acepta un consejo,
renuncie a la satisfacción banal del saber. Yo sé lo que le digo. Estos
misterios de cuarto cerrado, y todos los de su especie, enigmas de salón,
exhibiciones de ingenio, son una pérdida de tiempo. Usted espera una revelación,
como quien espera ganar la lotería, pero esa revelación, que según las reglas
del juego estaba implícita en los datos del planteo, es una construcción
redundante además de imaginaria. ¿De qué le serviría? El caso se resuelve, y no
queda nada, ni en el mundo ni en la memoria.”
Literatura Random House ha
publicado hasta el momento las siguientes obras de César Aira: Ema, la cautiva (1997), Cómo me hice monja (1998), La mendiga (1999), Cumpleaños (2001), El mago (2002),
Canto castrato (2003), Las noches de flores (2004), Un episodio en la vida del pintor viajero (2005),
Parménides (2006), Las curas milagrosas del doctor Aira (2007),
Las aventuras de Barbaverde (2009), El error (2010), El congreso de literatura (2012), Relatos reunidos (2013) y Los
fantasmas (2013). El santo, en
simultáneo con una selección de sus trabajos, da inicio a la Biblioteca César
Aira del grupo editorial.