domingo, 26 de octubre de 2014

Maps to the Stars: de David Cronenberg


Maps to the Stars exhibe un desfife de monstruos cronenbergianos llevados al límite de sus pasiones y debilidades. 

David Cronenberg nunca había filmado hasta ésta, su última entrega, en los EE. UU. Era necesario quizá realizar los exteriores en Hollywood para brindar el marco más representativo de los temas que acomete la última película del director canadiense que en argentina se está proyectando por estos días bajo el nombre de Polvo de Estrellas. Sin duda Los Ángeles es la ciudad más emblemática a escala global en relación a la esperanza de concreción de las ambiciones artísticas, y es Hollywood, uno de sus distritos, el lugar que alberga el entramado de personajes que desfilan por Maps to the Stars. Havana Segrand (Julianne Moore) es una actriz de primera línea a quien sin embargo el paso del tiempo le está jugando en contra. Se encuentra detrás de un importante papel que aparentemente será otorgado a otra intérprete, circunstancia que la lleva a grados de neurosis y patetismo impensados. Su jovensísima asistente Agatha (Mia Wasikowska) guarda un secreto que en su tiempo será determinante en la historia. Por su parte, Stafford Weiss (John Cusack) una suerte de terapeuta holístico y escritor de libros de autoayuda, consultor de Havana, encabeza una familia cuyo aciago pasado busca erupcionar y estallar en el presente. Si bien la cinta no deja de mostrar las clásicas obsesiones de Cronenberg -sobre todo esos personajes llevados a un paroxismo físico, criminal, salvaje, como consecuencia de sus tormentos psicológicos-, remite asimismo al revulsivo cine de Todd Solondz en cuanto a las disfuncionalidades familiares que muestra, sobre todo a su recordada Happiness (1998). El hipercompetitivo mundillo hollywoodense es el contexto donde el foco explora las miserias de la exacerbada lucha de egos, las apariencias, la distancia sádica que imponen los triunfadores sobre los derrotados, el culto a la juventud como código de pertenencia; no obstante, queda perfectamente abierta la posibilidad de extrapolar a otros ámbitos los temas de la película. Manifestó el propio Cronenberg al respecto: "La película no es un ataque directo a Hollywood. Para mí, decir eso sería reducirla, ya que hay situaciones similares respecto de la búsqueda desesperada de éxito, poder y dinero en otros lugares, como Wall Street, Silicon Valley, la clase política de Washington o la industria automotriz." La actuación de la talentosísima y versátil Julianne Moore es digna de destacarse, le valió el premio a mejor actriz en Cannes, mientras que el personaje interpretado por Robert Pattinson es la veta autobriográfica por la cual Bruce Wagner comenzó a pergeñar el guión, ya que allá por los '90, él mismo fue chofer de limusinas y buscaba sus primeros papeles. Revulsiva, tragicómica, escatológica, incómoda, sarcástica, Maps to the Stars propone un desfile más por esa galería de monstruos cronenbergianos; lejos de ser su mejor film, es la oportunidad de ver uno de los más notables estrenos del año.

Ficha técnica:

Dirección: David Cronenberg
Guión: Bruce Wagner
Fotografía: Peter Suschitzky
Edición: Ronald Sanders
Música: Howard Shore
Elenco: Julianne Moore, Mia Wasikowska, John Cosack, Evan Bird, Olivia Williams, Robert Pattinson, Kiara Glasco y Sarah Gadon. 
Distribuidora: Alfa Films
Duración: 111 minutos
Calificación: apta para mayores de 16 años.


Trailer  


domingo, 5 de octubre de 2014

Gone Girl: de David Fincher



Con Gone Girl, David Fincher vuelve a fascinar con su maestría para dirigir thrillers y policiales psicológicos. 

David Fincher (Se7en, El club de la pelea, Zodiac, El curioso caso de Benjamin Button) puede contarse sin dudas entre los mejores narradores cinematográficos del mainstream norteamericano de los últimos 30 años. Gone Girl, su última película, basada en la homónima novela de Gillian Flynn, es una prueba más de las virtudes de Fincher en lo concerniente a hacer de la cámara un propulsor de climas psicológicos, sensaciones e interpretaciones visuales en el espectador. Nick Dunne (Ben Affleck), un maltrecho y joven habitante de un pueblo del estado de Missouri, en el medio oeste norteamericano, descubre una mañana que su mujer Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido de su casa. Desde un principio las sombras de sospecha recaen sobre Nick, circunstancia esta exacerbada por la cobertura mediática con que rápidamente cuenta el caso, haciéndole cobrar un interés de connotaciones nacionales. Sin embargo, más temprano que tarde, la trama comienza a mostrar aristas que el director utiliza para hacer un claro homenaje al cine de Alfred Hitchcock. Sin ánimo de adelantar cuestiones argumentales, cabe apuntar que Hitchcock hablaba de dos fórmulas en el métier de contar crímenes, una, en la cual había que transitar el film hasta el final para descubrir al asesino, la otra, consistente en hacer partícipe al espectador de sobre quién recaía claramente la culpabilidad y concentrar la trama en el proceso de pesquisa del criminal. Gone Girl, cuyo guión tiene también por artífice a la propia Flynn, utiliza uno de estos dos tópicos. Pero además de los merecidos honores al legendario director inglés, la película no pierde oportunidad de tratar temas contemporáneos: el tratamiento de los medios de comunicación, sobre todo el de la televisión, respecto de este tipo de casos, con su mezcla de frivolización y pavorosa singularización, dándole al televidente -y logrando el efecto deseado- el caso juzgado sin contemplar aristas, pormenores o segundas interpretaciones. El rol de los mass media es un tema central de la última entrega de Fincher: entrevistadores estrella, vecinos con ansia de estrellato aprovechando la cercanía del crimen y el supuesto consustanciamiento con sus partícipes y carísimos abogados famosos, constituyen un aspecto sustancial del retrato de época que contiene la cinta. Por su parte, se fondea en ciertas particularidades emergentes de la reciente depresión económica como uno de los factores determinantes del proceder y las especulaciones de algunos de los personajes, no restando asimismo hincapié en la representación de esos dos imaginarios un tanto arbitrarios pero existentes aún en los Estados Unidos y en países de similares características: el cálculo y la frialdad de los habitantes de las megalópolis por un lado y la candidez pueblerina del interior por el otro. Es una redundancia a estas alturas afirmar que el cine o el arte en general, comercial o masivo, no tienen por qué prescindir del planteamiento de un grado de participación por parte del público, proponiendo interrogantes y no ahorrando ciertas incomodidades. Gone Girl adscribe a ese orden de propuestas fílmicas, dejando juicios abiertos, análisis y discusiones a ser zanjados por el espectador.