Resistías un nuevo estallido. El artífice de
cada paso en el desierto aguantaba ese tétrico vuelo de oscuros pájaros, y el
sur tan lejos, cada vez más enfáticamente lejos el niño que alguna vez asumió
inconsciente la silenciosa y visual coreografía del bosque. ¿Y ahora qué, una
lectura obligada, una conquista musical, otro poema sobre los lejanos y
olvidados témpanos, ahora un furtivo desenfreno de pasos entre este estival
reciclaje de cadáveres nutriendo su fastidio a base de almendras y chocolate?
Ya vibraba el porvenir nuevamente en un
vientre, aleteaba un águila emancipadora blandiendo la lóbrega fascinación de
una fortuita, finita, teatral fantasmagoría pugnando por sostener sus últimos
actos, …, antes de partir para siempre.
Un disco de The Cure se desintegraba
nuevamente en el tibio y eléctrico abismo de la noche, …, y parecía parecer que
el ave dormía, …, parecía parecer como entonces, que la poesía conducía, como
entonces, el flotar en esa eterna mañana de libros, de río, de piedras y
amilanados soles…