En la sección "Panorama" del 28° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se exhibió el último film de L’enfant terrible.
Si
bien la filmografía de Albert Serra es algo más amplia, Honor de Cavallería (2006) y El
cant dels ocells (2008) son los claros precursores de Història de la meva mort. En la primera, adaptación de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha, vimos a un Quijote (Lluís Carbó) y a un Sancho (Lluís Serrat) que en
muy fortuitas escenas interactúan con otros transeúntes en su camino hacia la
aventura y la recuperación del honor. El paisaje y la interacción silenciosa
con éste ocupan buena parte de la película, y los escasos diálogos se dan en
una suerte de monólogos que el Quijote emplea a instancias de iluminar al
campechano Sancho, en su paciente insistencia en hacerle notar a su fiel escudero
la presencia de Dios en todo lo que los rodea. En El cant dels ocells, film en el cual Serrat y Carbó vuelven a
interpretar roles protagónicos, Serra –o L’enfant
terrible, como lo ha bautizado la prensa de su país- insiste con esa
apuesta al obsesivo quietismo, persiste en dejar hablar al paisaje recorrido por
los tres reyes magos en su camino hacia un lugar en donde ha nacido un mesías, insiste
en proponer al espectador una nueva mirada en relación a aspectos de la
experiencia de los cuales la cultura contemporánea, y por defecto, el cine que
habitualmente produce, usualmente no se ocupan.
Lo cierto es que en tiempos en que la vertiginosidad y la inmediatez determinan buena parte de las conductas, decisiones y códigos de pertenencia que nos rigen, un cine que apele a la lentitud, incluso al estatismo de imágenes cuasi pictóricas se vuelve de alguna manera un acto de subversión a las normas de época; y hablando de lo visual y de lo pictórico, en esta última película de Serra se advierten planteos fotográficos que remiten al Madre e hijo de Alexandr Sokurov, o al Barry Lyndon del genial Stanley Kubrick.
Història de la meva mort retoma ciertos tópicos de las dos mencionadas predecesoras, con la diferencia de que aquí el diálogo se multiplica, planteando un coloquio y por ende una interacción mucho más fluidos entre los personajes, que por cierto son también mucho más numerosos. No obstante, en lo concerniente al timing, la propuesta del director catalán se vuelve por momentos maravillosamente perturbadora y opresiva.
El film está dividido en dos partes, la primera muestra, en un clima de sosiego doméstico, a un epicúreo Casanova (Vicenç Altaió) acogiendo en su palacete a quienes estén dispuestos a recibir sus saberes. Es tiempo de cosechar y de compartir tras una larga vida pletórica de experiencias, y desde jóvenes escritores hasta su fiel y agradecido criado Pompeu –interpretado por Lluís Serrat-, escucharán a su generoso maestro hablar no solo de literatura y conquistas amorosas, sino también de viajes, gastronomía, incluso anunciar el advenimiento de la Revolución. Sin embargo, acaso en la plácida entrega desde la cual Casanova imparte su mensaje, se atisba el advenimiento de una última batalla, el último viaje, el de la luz a la oscuridad, con el ingrediente de que ese reino de las sombras tiene como todo reino su soberano que hará a su tiempo su aparición y esgrimirá su espada. La segunda parte de Història de la meva mort convoca a la valerosa concurrencia que no haya abandonado aún la sala a un espléndido travelling que lleva a Casanova y a Pompeu a los Cárpatos, y ya en una posada en donde los peregrinos amo y criado se hospedarán, un singular y a la vez aterrador Conde Drácula será el encargado de insuflar, en la belleza de ese marco natural esplendoroso, el veneno de su reinado.
No pueden dejar de observarse las enormes antítesis que plantea la película, es por eso que esta historia es el parte de una experiencia transicional: de la vida a la muerte, del desconocimiento a la sabiduría, de lo excesivo a lo despojado, de la luz a la oscuridad, de la civilización a la barbarie, del mundo de la ilustración al reino de los instintos. Se filmaron 440 horas para obtener este periplo de 148 minutos sin ningún tipo de piedad para esos espectadores desprevenidos que al promediar la cinta, tal vez antes, huyen de la sala en medio de hachazos a cabezas de bueyes, escenas parricidas y escatológicas ceremonias de alquimia, cuyo promotor declaró: “no me importa la opinión del público, cuya valoración será siempre subjetiva y sujeta a equivocarse”.
Història de la meva mort obtuvo en agosto pasado el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno. Clickear para ver los premios logrados por los films anteriores de Albert Serra.