viernes, 14 de junio de 2013

Los primeros 40 años de Berlin, de Lou Reed


Berlin, una de las obras más importantes del poeta urbano del lado salvaje, cumple 40 años. Sin duda un disco con todas las condiciones para seguir creciendo y resignificándose como una elegía universal forjada desde el lenguaje del rock y sazonada con toques de cabaret...


“Siempre he creído que mis letras iban más allá
 del reportaje y que adoptaban posiciones
 aunque no morales, sí emocionales.”

Lou Reed


El mes que viene se cumplen cuarenta años de la realización en Londres de Berlin, de Lou Reed, uno de los discos más significativos de la historia del avant-rock. Hemos leído muchas reseñas dando cuenta del maltrecho derrotero en relación a la repercusión inicial del álbum. No puede dejar de mencionarse que el año anterior un asteroide llamado Transformer zamarreaba el mundo de la música, y que en cuya montura no solo irrumpía el poeta urbano del lado salvaje, sino también, no tan desde las sombras, David Bowie y Mick Ronson hacían gala de otra muestra de desenfreno e inspiración creativa. Berlin no pudo evitar tener que emerger de las penumbras que había dejado la nube de polvo provocada por su predecesor.

¿Qué condiciones deben exigírsele a un disco para que definitivamente pueda adscribírselo al paradigma de lo conceptual? Se ha escrito y leído por ahí que Reed se propuso un objetivo tan grande, pretendiendo cristalizar la mismísima esencia de la tristeza, el nihilismo, el desamor y la soledad, aderezados por la gravitante embriaguez de las drogas más pesadas; y que dada la enormidad de la ambición, el resultado fue un elegante fracaso. Esto puede ser verdad en parte, acaso en lo musical uno sienta una cierta carencia de cohesión orquestal. El manejo de las intensidades y de las instrumentaciones, los ensambles entre tema y tema, probablemente sean las claves que fomenten ese juicio. Sin embargo esto no hace que no pocas canciones de Berlin sean poco menos que sublimes. Contrariamente desde el punto de vista lírico la congruencia del álbum es casi perfecta. Podrían tomarse no escasos dictámenes que abonarían perfectamente las líneas de un sórdido pero a la vez bellísimo epígrafe de una tragedia urbana occidental del siglo XX:

“Los hombres con fortuna a menudo derriban imperios / Mientras que los hombres de origen humilde a menudo no pueden hacer nada…” (Men of Good Fortune)

“Caroline dice mientras se muerde el labio / La vida ha de ser más que esto y esto es una mierda // Ella atravesó el cristal de la ventana con el puño / Fue una sensación muy rara // Hace mucho frío en Alaska…” (Caroline Says II)

“Este es el lugar donde ella ponía la cabeza / Cuando se iba a la cama a la noche / Y este es el lugar donde nuestros hijos fueron concebidos / Por la noche la habitación estaba iluminada con velas // Y este es el lugar donde se cortó las venas / En aquella noche extraña y fatídica / Y yo dije oh, qué pena…” (The Bed)

La materia conceptual de Berlin se fragua en relación a la historia de Caroline y Jim, en torno a su controvertido vínculo, pero la manera en que está planteado el disco da cuenta en todo momento de no tener intención de tomar a estos personajes como una extrañeza escindida de la realidad, declaró Reed en aquellos días: “es sólo una historia realista sobre la gente que vive en los setenta, que existen, que no están especialmente locos o que son unos degenerados. Esto ocurre con la gente todo el tiempo, no sólo en Berlín, sino en sitios como Ohio”. Y parece ser que su intención no era retratar sólo una escena común a la época, sino universalizar en una suerte de tragedia de cabaret, el veredicto resultante de la exploración de los temas que aborda el disco, como se ha dicho anteriormente: nihilismo, desencuentro, soledad, violencia, drogas y una profunda melancolía que alcanza su clímax, en canciones como Caroline Says II, The Bed y Sad Song.

Berlin fue producido por Bob Ezrin, quien en los ’70 coprodujo The Wall de Pink Floyd, y produjo discos harto significativos y emblemáticos como Destroyer de Kiss o casi todos los trabajos de Alice Cooper en esa década. En el documental Lou Reed: Rock and Roll HeartEzrin manifestó a propósito del disco que se está reseñando y refiriéndose a Lou Reed: “Podría haber hecho 'Transformer' 2, o 3, 'Walk on the Wilder Side' –ironizando- versionado. En su lugar, dio uno de los pasos más audaces de la historia del pop: creó un trabajo pionero, el más profundo en el alma de un artista, más que ninguna otra obra en la escena musical americana de los últimos cincuenta años.”

El momento de reivindicación masiva le llegó tarde al álbum, en 2006 Julian Schnabel realizó un film en el que registró la interpretación completa de Berlin, obviamente por Lou Reed, con un impresionante staff de músicos y una performance visual verdaderamente estupenda. La experiencia consistió en cinco días de grabación en St. Ann’s Warehouse, en Brooklyn. Participaron como invitados, entre otros, Antony Hegarty y Steve “The Deacon” Hunter, guitarrista legendario que originalmente grabara las sesiones del disco, en 1973.

Le oí decir a Daniel Melero un par de veces: “El arte es incómodo”. Sin duda Berlin para mucha gente sea una obra que no apela a proporcionar un bocado fácil de digerir, por lo menos de movida. Hay por otra parte quienes sienten al escucharlo por primera vez la sensación de estar ante una creación hecha a la medida de su melancolía; para los del primer bando me permito una recomendación: con él pasa lo mismo que con esos discos, libros o películas que no se dejaron domar de entrada, sin embargo a los cuales nos acercamos porque advertíamos que tras hacernos atravesar ciertas pruebas, se convertirían en un regalo de esos que nos entrega el arte y que nos acompañan toda la vida.