domingo, 18 de marzo de 2018

El hilo fantasma, de Paul Thomas Anderson


Claro homenaje al cine de Hitchcock, el actual film del director de Magnolia plantea un interrogante sobre hasta qué punto lo moral es compatible con el amor y con la búsqueda de la excelencia artística. 

En el cine, como en cualquier disciplina artística, un realizador puede dejar su huella proponiéndose una ruptura con los cánones anteriores, sentando las bases de algo nuevo, o puede hacerlo conjugando elementos clásicos con la maestría de darle a ese procedimiento y a lo surgido de él, un sello personal inconfundible. Paul Thomas Anderson claramente pertenece al segundo grupo. Puede observarse por ejemplo en Boogie Nights (1997) ese sello scorseseano de retratar ámbitos humanos particulares: en el caso de Scorsese el mundo del boxeo, el de las finanzas de Wall Street o el de la mafia, en el de Anderson, el del cine porno en declive de finales de los '70. Puede rastrearse en todo el cine del director de The Master, la importancia concedida a la música como generadora de climas: a Max Ophüls, a Hitchcock, incluso a su más generacional Kenneth Lonergan. En personajes como Amber Waves en Boogie Nights, como el John de Hard Eight, Sidney (1996) o el Phil Parma de Magnolia (1999), percibirse la vulnerabilidad humana ante circunstancias ingobernables, lectura tan naturalista, tema en el que hicieron hincapié los directores del Nuevo Hollywood de fines de los '60 y principios de los '70. Pueden verse incluso las señales de la obra de John Ford en There Will Be Blood (2007). Y la lista podría alargarse, pero queda claro que el genio de Anderson está en incorporar elementos distintivos de movimientos y directores de épocas e improntas tan diversas y recrearlos dentro de un universo timoneado desde una inconfundible marca propia.   

El hilo fantasma es el film que más se ajusta al hecho de que Anderson abreve en sus influencias. Hay mucho Hitchcock en la última entrega del director californiano. Más precisamente, un homenaje y una suerte de versión libre de Rebecca: Daniel Day-Lewis interpreta a Reynolds Woodcock, un diseñador de alta moda femenina que reside en el Londres de los años cincuenta. Woodcock viste a mujeres de la más alta aristocracia europea, llevando su negocio de la mano de su hermana Cyril (Lesley Manville, interpretando a una para nada implícita versión del ama de llaves de Rebecca). Y más Hitchcock, o más Rebecca: Woodcock, tras romper con su antigua novia, hace un viaje en el que conoce a Alma, interpretada por Vicky Krieps (para los que no tienen el dato, Alma era el nombre de la mujer del director de Psicosis). Y la atracción es instantánea, a él le fascina la aparente inconsciencia con que la chica porta un cuerpo y una personalidad que la convierten en la modelo perfecta de sus diseños. A ella, ver la cifra en él de un mundo al que acaso nunca se planteó acceder, y por qué no, a pesar de la diferencia de edad, alguien de quien pronto va a enamorarse. Pero desde el momento en que Alma ingrese en los dominios del diseñador y de su hermana, los rígidos parámetros sobre los cuales todo ese mundo se asienta, van a convertirse en una barrera casi infranqueable, y por ende, en un obstáculo en la relación. 

Planteado ese conflicto, tema central de la película, es en donde El hilo fantasma se convierte en una suerte de ensayo cinematográfico acerca de hasta dónde son compatibles los miramientos morales con el amor y con la excelencia artística. Porque esa impenetrabilidad del mundo de Woodcock, habitado por géneros carísimos, regido por una meticulosidad y un cuidado de detalles obsesivos (la relación del protagonista con la comida es un capítulo aparte), existe en función de eso, por lo menos desde su propia perspectiva. Desde ese lugar, cualquier cosa que plantee una distracción, un derroche de energía en trivialidades (en el universo de Woodcock hay pocas cosas que escapen de esa categorización), no merece otra cosa que ser borrada de plano. Una vez superado su preámbulo, la historia no hace más que centrarse en los esfuerzos y estrategias de Alma para franquear ese cerco que en un principio se muestra como insorteable. 

Retomando el tema de la banda de sonido, de la música y su rol en el cine del director de There Will Be Blood, la composición de Jonny Greenwood, quien colabora con PTA por cuarta vez, es parte sustancial en la generación de los climas narrativos y los tonos de ánimo a que son llevados los personajes, no solo en el caso de los amantes y la escrupulosa Cyril, ya que en la medida en que los conflictos vayan creciendo, esas disonancias tan bien contadas por la música compuesta por Greenwood, también enrarecerán el clima de trabajo del plantel de costureras que trabaja para el modisto, ámbito cuasi sagrado que hasta el momento había funcionado con una (al menos aparente) precisión de relojería. El guitarrista de Radiohead ha dado muestras desde hace ya tiempo de tener talento para encarar cualquier tipo de proyecto musical, más allá de las adyacencias del rock en las que milita desde hace más de dos décadas. 

El clasicismo tan británico que remeda la película, recuerda en varias escenas, sobre todo en la fase descriptiva de la presentación de personajes, al cine de Terence Davies; y no es esta por otra parte, la primera vez que la cámara movediza, inquisitiva de Anderson, homenajea a Max Ophüls, sobre todo el de La Ronde (1950), lo hizo incluso en Boogie Nights contando una historia y mostrando un contexto tan distinto al de la Viena de principios del S. XX donde transcurre esa ronda de infidelidades por las cuales paseó su lente inquieta y curiosa el director alemán. 

¿Hasta dónde puede llegar una persona en su empresa de penetrar en el mundo de otra? ¿Hasta qué punto las controversias por mantener la propia individualidad sin perder al otro pueden sostenerse sin que llegue la sangre al agua? No es un descubrimiento de Anderson (quien es guionista también de esta última entrega), que amar a veces duele, o puesto a la inversa, que amar a veces implica lastimar. El ser testigos de cómo se resuelvan estas disputas de egos y vanidades, quedará para quienes vayan a ver El hilo fantsma, esperando el desenlace puntada tras puntada.