viernes, 25 de marzo de 2011

Virginia Woolf "Las Olas"

"¡Oh, despertar entre sueños! Mira, ahí está la cómoda. Quiero salir de esta agua. Pero se amontonan sobre mí. Entre sus grandes hombros me llevan. Me obligan a dar un giro sobre mí misma, me derriban, estoy tendida entre esas largas luces, esas largas olas, esos interminables senderos, esas gentes que me persiguen, me persiguen."... "Yo, en trato con un desconocido camarero italiano, ¿qué soy? No hay estabilidad en este mundo. ¿Quién es capaz de expresar el significado de algo? ¿Quién puede prever el vuelo de una palabra? Las palabras son como globos que navegan sobre las copas de los árboles. Hablar de saberes es una inútil frivolidad."

Un amanecer en la playa, el inicio de un día que simboliza también la juventud de los seis protagonistas nos abre la puerta a Las olas. Un amanecer en el mar con sus permanentes cambios de colores, de escenas en las cuales ninguna deja totalmente de perdurar sin dar lugar a la siguiente, y en ese instante en que ambas conviven se producen esas visiones que parecería imposible contar, pero Virginia Woolf lo logra. Bernard, Susan, Jinny, Rhoda, Neville y Louis van apareciendo en la escena de una mañana, que ante todo es la mañana de sus vidas, el fin de su niñez, un final que pareciera traer consigo una especie de liberación, pero el flujo y reflujo de las olas de la vida a veces se vuelve impredecible. ¿Quién puede predecir una guerra? Se podría decir que muchos, pero este evento no reviste siquiera un atisbo de lógica en la mente de Woolf, la melancólica pasajera, es por eso que la muerte de Percival viene a la historia intempestivamente, arrojando sobre la vida de los jóvenes un manto de oscura confusión, de dolor absurdo. La guerra es una recurrencia en la obra de Virginia Woolf, el tratar de evitar la guerra y sus sórdidas añadiduras.

El día aparece interpuesto en pulsos armoniosos en la narración, el discurrir del día y las etapas de la vida de los personajes son casi la misma cosa, el cenit, la cúspide, trae consigo el inicio de la declinación y el fluir de una misma conciencia subordinada a los cambios imprevistos, inmanejables, cubren la superficie de las lentas escenas con la pesada y gruesa arena de la melancolía. La vejez comienza a hacer su trabajo inexorable y ya no les es suficiente a Susan y a Jinny el arma de sus encantos físicos, también están las preguntas acerca de los supuestos posibles caminos que se deberían haber tomado, pero ya es tarde, no les queda tiempo, y parece que desde el recuerdo no se puede rehacer una historia, sólo contemplarla desde un incompleto presente.

"Sin embargo, apenas podemos respirar, dijo Neville, agotados cual estamos. Nos hallamos en ese pasivo y exhausto estado mental en que solamente deseamos regresar al cuerpo de nuestra madre del que fuimos separados. Todo lo demás es desagradable, forzado y fatigoso..."
"Todavía jadeo, dijo Susan, como un pájaro joven, insatisfecha, por algo que se me ha escapado..."

Bernard decide al final cargar sobre sus espaldas el destino de todos, siente la necesidad de deshacerse de los discursos, de las indagaciones que se sirven del lenguaje; el famoso virus del lenguaje, la obsesión de varios escritores contemporáneos.

Al final, el flujo y reflujo de esas olas, las de su propia vida, lo vuelven al plano del hacer, ahora hay que hacer frente a la muerte, ha vuelto a amanecer …

"Y también en mí se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mí, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos avanzando ahora hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgomientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto oh Muerte!

  Las olas rompían en la playa."            
                                                                                   

miércoles, 23 de marzo de 2011

ESCENA DE "EL TIEMPO RECOBRADO" de Raoul Ruiz


La supresión del tiempo cronológico, ciertos fragmentos del pasado pueden ser traídos al presente a través de una melodía, de una impresión visual, de una textura, a raíz de un texto literario. Proust concibe al arte como búsqueda, como la ineludible puerta capaz de allanarnos el paso a un universo en donde las conceptuaciones, en donde lo cuantificable, se pulverizan ante la contundente voz de lo sutil. El lenguaje del arte es la voz de la fluencia, de la duración de aquello que trasciende la apatía y la repetición de lo cotidiano. Esta película está basada en el último volumen de En busca del Tiempo perdido de Marcel Proust.

sábado, 19 de marzo de 2011

En Tiempo Real (vigilia) Otra Falsa Puerta

   Se multiplicaron los silencios. Se diseminaron los antiguos náufragos que a tu diestra caminaban el mundo. Se delatan los falsos héroes, ofrendando los mismos artificios a un hombre cada vez más despierto, cayendo en el eterno caer. Se devoran los dueños de la historia, mientras la música subyace oculta, permanece, exhala un tenue reverbero de niebla. Se cortejan los ciegos. Se subliman los sordos. Se traicionan los soberbios hacedores del relato, doblegados por la enorme voz de los perdidos niños. Se entumecen mis palabras. Se suicidan tus primeras luces en un vasto presente, desierto de verdes, mares y espuma. Se ennochece la clara noche anticipando escaleras mágicas. Se atomiza el rostro de quienes transitaron a sus anchas por los barrios fáciles, el misterio se ha vuelto farsa, se ha vuelto carne que se pudre, se ha vuelto humana predilección. Se silencia mi experiencia. Se prolonga mi oeste. Se aniquila la fluencia en mi vocablo...

lunes, 14 de marzo de 2011

En Tiempo Real (el sueño) -Otras Luces Involuntarias-

   Alumbran, ensordecen las voces de los que ocultan el sagrado y femenino susurro del silencio. Necesitas un deceso para hallarlas nuevamente. Escaleras que arrastran a ese ingrávido niño que vuelve en la noche, trasuntando lo real en lo Real, traduciendo al tiempo en Tiempo. Aliados de un viejo camino, encontrando tus eternos rostros de manzanas y pamperos, uniendo ciudades en el brumoso acorde de una efímera muerte. Emerge el agua sepultada por la niebla pesada de un camino donde se flota solitario, hacia una nada que prepara en su fértil preludio, la fantástica rebelión de la experiencia. Un todo involuntario, no hay en el otro lado más que verdades, más que las últimas palabras, más que la última llave de la inagotable libertad...  

lunes, 7 de marzo de 2011

González versus El Escribidor

Todos hemos sido testigos en estos días de la controversia que han causado las declaraciones de Horacio González acerca de la conferencia que va a celebrar Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro. Sinceramente, creo que se ha cometido el error en muchos debates de abordar el tema eludiendo ciertas aristas que necesariamente deben ser contempladas, según mi opinión. La primera, y creo que tal vez la más importante, es que pareciera que a muchos no nos ha quedado claro que el hecho de que una persona haya elegido construir objetos artísticos como forma de expresarse, desde el ámbito de la expresión que sea, no la obliga a abarcar indelegablemente la esfera de lo político, y dentro de lo político, la preocupación por la justicia social. Me parece pertinente empezar por esto porque observo con frecuencia cómo, quizás desde ese ingenuo y poco precavido romanticismo con que a menudo pensamos lo tocante con el arte, concebimos a los artistas indefectiblemente como personas con un pensamiento político inobjetablemente progresista.

Seamos conscientes de que hemos tenido ejemplos sobrados en nuestro país que corroboran lo contrario, ¿hace falta nombrar a Borges, que opinó que la democracia era un abuso de la estadística, o a Mujica Láinez, quien en el mismo set televisivo español en el que Borges se pronunció a favor de la dictadura de Pinochet, se despachaba en un plañidero y casi patético alegato, narrando las desventuras vividas por su familia, la cual lo perdió todo –según Láinez-, debido la los despóticos manejos del populismo peronista?

Ahora bien, dejando esto en claro, y declarándome un admirador de estos dos escritores, sobre todo de la prosa soberbia de Manucho, considero que el arte, que la literatura,  puede abarcar de manera igualmente eficaz y trascendente, la esfera de lo social, incluyendo dentro de lo social obviamente a lo político, y la esfera de todo aquello concerniente al sujeto; no caben dudas de que existe una interesantísima literatura que abarca mucho más profundamente los dominios de lo individual, que las temáticas sociopolíticas. Existen temas inherentes al individuo en los cuales lo político, si es que puede jugar un pequeño rol, no puede hacer demasiado. ¿No son la soledad, el desamor, el suicidio, la muerte, el sinsentido de la vida, temas innumerable e históricamente tratados en la literatura? ¿Es una literatura menor la de Proust, la de Borges, la de Woolf, autores todos estos a los cuales les interesó indiscutiblemente mucho más la esfera de lo individual, de lo subjetivo, que la de lo político?

Evidentemente el territorio vasto sobre el cual puede trabajar lo literario en relación con estos temas es enorme. Y remarco esto porque creo que en parte nos cuesta aceptar simplemente que hay intelectuales a los cuales les es indiferente lo justo en términos políticos y económicos, y tal vez anclemos equivocadamente en esa desilusión, ciertos aportes al debate sobre el tema González- Vargas Llosa.

Hecha esta aclaración, ¿cuando Mario Vargas Llosa declaró que los argentinos habíamos “elegido” vivir en la pobreza, o bajo gobiernos dictatoriales, bajo la vergonzosa impronta de la demagogia populista, estaba hablando sobre formalismo ruso, sobre el uso del adjetivo o la metáfora, o estaba emitiendo una clara opinión política? Es claro que estaba ejerciendo su absoluto derecho a manifestar un parecer respecto de la coyuntura política histórica y presente de la Argentina. Es por eso que yo propondría con la intención de aportar algo a este interesante debate dos cosas que me parece sensato e imprescindible tener en cuenta en esta controversia, la primera, y creo que la más importante, dejemos de lado el infantilismo romántico de creer que un gran artista incuestionadamente debe construir su obra en función de una mirada social de corte humanista. La lucidez estética y la capacidad de inquirir en lo sutil, muchas veces no van de la mano de la preocupación por el prójimo y de la intención de materializar una sociedad viable para todos. La segunda es que superemos el desengaño y le propongamos a Vargas Llosa que cuando llegue a Ezeiza declare a los argentinos si viene como escritor o como lobista de intereses económicos, y que en función de sus declaraciones, elijamos inteligentemente nuestro itinerario en la próxima Feria del Libro. Y por último, creo que estamos en todo nuestro derecho como parte aludida en las declaraciones del escritor peruano, a exigirle debatirlas, dentro o fuera del ámbito de la Feria, con un intelectual argentino que en el plano de lo político, se encuentre en la otra vereda, utilicemos las redes sociales para proponer candidatos y conservemos la esperanza en que el sentido del honor de Vargas Llosa, lo lleve a aceptar el reto, sería para alquilar balcones…