miércoles, 9 de marzo de 2022

Al perfume de las manzanas

Todo animal debe descansar,
sentarse bajo esa sombra que lo acompaña. 
Siempre.
El arte del movimiento certero 
no está en la fuerza,
radica en el florecimiento de una espera 
sucedida por lo que erradamente 
algunos llaman milagro.
Mas muchos han de verte crecer 
en tu manso silencio
y la oscuridad más atroces,
soportando siglos de una lluvia que no cesa,
devorando partes de tus huesos 
para poder capear la lejanía del sol, 
del añorado desierto.
Ese que como tú, aguarda, siempre aguarda.

Muchos han de verte plagiar canciones,
mentir a cada paso en un lenguaje que aún no ha nacido,
fluyendo por tu sangre.
Muchos inventarán historias falsas 
para poder tolerar tu tiempo de permanencia, 
allí, en tu primera guarida.
Y muchos preferirán ignorar 
el sonido de tus pasos en círculo,
ocultarse del brillo que emanará tu contundente ausencia.

De lo único que deberás ocuparte, 
será de preservar boyante el sonido 
que alguna vez te reveló tu estrella 
en el nítido cielo de los primeros tiempos.
Allá, cuando ese río que aún vuelve,
no pesaba por su agua, 
cuando solo prometía guiarte a ese anhelado lugar desconocido.

Todo sigue sucediendo, en tu primera guarida.
Aún no has acabado de concluir tu primer aliento.
Ese halo, ese instinto
que ha sido ante todo un testigo elocuente: 
la muerte de tantos,
tantos que junto a ti han andado.
Y es por eso el homenaje, es Vosotros con mayúscula 
y no un perverso ustedes. 

Hay palabras que estrangulan a las ciudades,
las vuelven inhabitables,
circulan acompañadas de pavorosas miradas y silencios.
Y con todo, desde niño, 
aprendiste a descubrir y refugiarte en la voz de los muertos...
Te acompaña desde los primeros tiempos 
la memoria de esa brisa 
que no deja de recordarte el perfume de las manzanas 
brillando bajo el sol del invierno. 
Qué inolvidables, laboriosas manos te acercaban el milagro: 
muchas de aquellas mujeres caminan ahora junto a ti 
y escriben por ti tus propias canciones.

Son tiempos de déspotas 
capaces de lo que sea con tal de usurpar 
la sagrada libertad que debiera regir la vida de los pueblos. 
Las oraciones de las madres son acalladas por sus bombas. 
Se agiganta ese este de tierras blancas, nefasto, 
al que muchos todavía siguen volviendo su rostro. 
Y has sido testigo de tantos falsos profetas de la igualdad 
pisoteando sus falsas banderas a cada paso,
declamando nirvanas y sembrando infamias. 

Pero es hacia adelante tu poema.  
Hacia ese sitio breve y definitivo 
que precederá tu último e involuntario movimiento:
pero antes deberás recordar 
que no habrá libertad posible 
hasta que sueltes la última mano,
decidas ser un individuo, 
olvides sus discursos, 
inventes tu propio lenguaje,
te vuelvas un silencioso y solitario profeta, 
prediques con la gracia del invisible trazo 
que dejan las águilas en su vuelo.

Oración a los muertos que te buscan
antes de tu regreso,
te rondan como a una presa exangüe 
deseosa de dilatar su inexorable último paso. 
Momento de la verdad.

Y es por eso que sigues urdiendo, 
sigilosamente, 
desplegar tus alas, en tu primera guarida, 
bailar con esa luz, azul, atravesando, 
acaso un viernes...