Sigue dialogando con la música, aun tras haber despertado
de una siesta de fulgentes, de amortajados y ominosos dioses. Una única voz se
alzó desde el colosal e involuntario silencio: insiste en volar hasta la testa del apócrifo revelador de secretos, ese
que suele hablar un sonido de vino y de uvas, de acordes que reinventan la
milonga en cada rincón del mundo en que suena una verdadera guitarra…
Sigue cantando al camino en que la turbia revelación del
agua vertió el confidente vocablo, la consagrada y repentina unción de los
vivos, sentenciándolo a observar, adherido fatalmente a paredes que se
incendian en el verano de las ciudades, esa extraña servidumbre que ostentan los mudos caballos.
Sigue cultivando el arte de volver transparente el polvo
dejado por los años caminados en tierras hostiles: insiste en correr con un atesorado fajo de palabras, insiste en
traicionarlas para abrir una grieta por la cual se cuele con sigilo el enigma…