sábado, 23 de marzo de 2013

The Master

The Master es la última película de Paul Thomas Anderson, un film que se destaca por su belleza visual, el genial trabajo de sus protagonistas y por proponer al espectador una participación fuera de lo habitual.  

Es posible que en algunos hombres la guerra haga prosperar un sentido de lo estratégico, que forje el hábito del autocontrol y del cálculo; pero a veces algunos son arrojados a raudales a territorios lejanos y desconocidos, de los cuales, si se vuelve, suele hacérselo peor de lo que se fue. Freddie Quell (Joaquin Phoenix), no se inscribe precisamente en el bando de los que adoptan la medida del cálculo y el gobierno de los más bajos instintos, todo lo contrario, el retorno de esa última instancia bélica en esa suerte de letargo castrense de cese de conflicto en un paraíso tropical, lo lanza sin pertrechos a un mundo tal vez peor que el de los días de combate.

Obligado a errar por los caminos de donde Dios pareciera haberse retirado hace tiempo, donde el american dream brilla por su ausencia, entre rencillas, borracheras e ironías de un destino que parece haberse empecinado en complicar aun más su ya maltrecha existencia, acaso uno de esos caminos pueda conducir a un lugar más promisorio, el que lo lleva hasta Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), quien lo embarca en un iniciático viaje, interno y externo, ya que un extraño espíritu de mutación, sumado a una voracidad por una especie de colérica peregrinación, constituyen el principal tema de The Master.

Esta última película de Paul Thomas Anderson (Magnolia, There Will Be Blood), no parece proponerse bajo ningún punto de vista desarrollar un planteo moral acerca de amos y esclavos, fuertes y débiles, ricos y pobres, sino más bien explorar el lado caótico y brutalmente esencial por el que a veces suele transitar la relación entre las personas. Las virtudes del cálculo y de la especulación en consonancia con esa tabula rasa que exhiben determinados individuos lanzados a la vida sin más aderezos que sus irrefrenables y ambiguas pasiones. Ciertos aspectos de la personalidad de Lancaster Dodd fueron tomados de Ron Hubbard, el ideólogo de la Cienciología, religión a la que muchos ricos y famosos han adherido.  

El encuentro entre Quell y Dodd abre el juego de una relación signada por ese perímetro disonante en el que transcurre la película. Si bien Dodd interactúa  con el mundo, rara vez el mundo parece perturbarlo demasiado, La Causa es demasiado grande como para andarse con minucias, la finita condición del hombre común, parece no penetrar ese recinto donde se desarrolla una jugada que trasciende los límites de lo terrenal, de lo humano, en definitiva del tiempo. Contrariamente, a Quell le toca sobrellevar un sino que lo torna inestable, impreciso, y es sobre esas grietas por las cuales se cuela el maestro a intentar hacer su trabajo de transformación. En ese territorio que pareciera tan irreconciliable es en donde se fragua una correspondencia de roles interpretados de una manera superlativa por Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, ese es uno de los puntos centrales de The Master, si estamos de acuerdo en que también en eso el cine consiste. 

La música de Jonny Greenwood, aporta lo suyo, colabora con los climas del film acompañando esa apuesta de hacer hincapié en esa condición indiscutible que tiene el séptimo arte en cuanto a la narración visual y que Anderson demostró manejar muy bien en anteriores trabajos. Muchos elementos aportan a esto, desde la elección de las locaciones, pasando por el leitmotiv –visual- del agua hasta los silencios de los actores. Es digno de mencionarse el trabajo de Amy Adams en el rol de esposa de Lancaster Dodd.

The Master es una película que seguramente será recordada por muchos aspectos, dado que no solo plantea interrogantes abiertos, incómodos, y exige una participación activa de parte del público, sino también por su indiscutible aporte a ese cine no comedido del cual, a menudo, adolecen muchas ofertas filmicas. 


TRAILER