Hoy,
hoy
ratifica,
con
un paso,
deambula
la cristalina noche con un sueño
que
huele a la magia de las primeras uvas.
Hoy,
hoy
suprime de un soplo
la
dilatada danza del tiempo,
busca
a los tigres de Borges que tras el hierro
aguardan
en sosegada y urbana vigilia.
La
oscuridad es ligera, es verde,
es
hálito perseguidor de amigables espectros
cuando
su nombre es posible,
hoy
que Christa vuelve a nacer en la embriaguez
de
quien retoma el canto al yermo desierto.
Hoy,
hoy
que la música vigila,
hoy
que la piel es todo lo posible de alcanzar,
hoy
que unos ojos se acercan inexorables
hacia
quien supo esperar el perfecto crepúsculo
en
que ocultarse y entregar de nuevo el alma.
Hoy
que el arco tensa la cuerda
en
su secreta y congénita nota,
hoy
se viste con sus mejores ajuares
y
canta, solamente canta.