Y somos como el brillo torrente hirviente.
Brilla mientras las dóciles bestias
yacen bruces atónitas contra hielo.
Somos como la muda sombra,
insomne delgadez olvidada,
toca pero no lastima al hombre que ríe
ante tus vanos pasos.
Todo lo que recuerdan
tus últimas frases
en el fin, el fin de tu tarde siempre tarde,
quizás bastara una simple cuarta,
un falso profeta serpiente,
un algo de plástica y anodina magia…
He gritado inútilmente
ante estos oscuros fantasmas,
descendido barrancas hacia un río
al que me vi forzado a traicionar
antes de recorrer esos lóbregos espejos
que aguardaban bajo esas simuladas noches.
Una enormidad de décadas
me ha colocado ante aguas menos confiables.
El fin de tu tarde siempre tarde
me convierte en pájaro bajo esos cielos de fuego,
pues ya no amo la sal,
ya no amo algunas voces,
ya no amo recordar la llanura,
el verde encantamiento...