miércoles, 11 de mayo de 2011

Poema Nro. 5, Las Luces Involuntarias, La Frontera

Más allá de cierta edad, el alma del niño que fuimos
 y el alma de los muertos de que provenimos vienen a
arrojarnos sus riquezas y sus malos sortilegios a puñados,
pidiendo la posibilidad de cooperar en los nuevos sentimientos
que experimentamos y en los cuales, borrando su efigie antigua,
 las refundimos en una creación original.
 ( La prisionera, Marcel Proust).



Alguien ha muerto

en un piso muy alto.

Un amanecer eterno

sólo puede darse del otro lado.

El otro lado, donde pude tocarte,

donde los huesos se venden en latas modernas,

donde manipulé furtivamente

las tumbas de mis antepasados.



Una puerta de negros cristales.

Los cuerpos colgados esperan su turno.

Un dolor con opacos destellos de hielo;

y afuera, afuera mi padre,

mi padre animándose a escapar para salvarnos.



El otro lado, el otro lado,

donde la tenue luz del naciente,

exhausta de tanto encender el absurdo,

se pierde brumosa en un sueño

y se queda colgada de la noche.