miércoles, 27 de agosto de 2025

Nuestras ansiadas ciudades

Algo me ha dicho que en realidad 
no hay distancia,
que nuestro andar
o cesar 
es hallarse en destino,
que nuestro hablar 
es violar un secreto,
que los genuinos pasos
han de darse 
siempre en peligro,
han de darse 
osando burlar 
el infame coloquio de la lluvia.
Mas no obstante 
ella vendrá con su jungla,
llegará con sus huestes
de ramas carnívoras,
el agua,
infame alegría
de almas rendidas.
Y tú serás,
serás por eso 
al fin semilla 
o no serás nada,
serás un soplo de Dios
en busca de tu aire,
serás, serás.
Y con todo,
hijo del único sol,
el tuyo, 
el nuestro,
has de fingir demencia 
de ser preciso,
has de aferrarte al escudo del NO
y a tu música, 
has de afianzar tu atavío.
Has de leer la memoria 
en tus diestras manos,
surcar cauteloso
la palabra justa,
hacerla tuya,
solo tuya,
has de portarla encendida
y volverla poesía.
Pues la canción ya se ha escrito.
Pero la música 
suena en su cielo 
o no suena.
Y nuestros cielos no admiten 
la pavorosa barbarie del agua 
cuando se atreve a impregnar 
nuestras noches,
nuestros cuerpos,
nuestras calles,
nuestras ansiadas ciudades.