Desde
hace veintitantos años, pero mucho más asiduamente ya en los '2000, venimos
viendo a John Carroll Lynch desempeñarse en esos papeles si bien no
protagónicos, lo suficientemente relevantes para no olvidar la cara y la
efectiva labor de un actor tanto en series (Càrnivale, El cuerpo del
delito, Billions) como en cine (Zodíaco, Gran Torino, Crazy, Stupid, Love, El
fundador). En este caso, detrás de la cámara por primera vez, dirige uno de los
últimos trabajos actorales del recientemente fallecido Harry Dean Stanton,
quien interpreta a un anciano ateo de 90 años que vive en un pequeño pueblo en una zona desértica de Estados Unidos, y para quien la proximidad de la muerte, dadas su
falta de certidumbres y su avanzada edad, se vuelve un motivo de deliberación
cada vez más perentorio. El guion de los debutantes Logan Sparks y Drago
Sumorja, parece haber sido escrito para una película que más que una historia
de ficción, bien podría ser la forma conjetural en que podrían haberse
imaginado los últimos años de Stanton. Un personaje hecho a la medida de un
actor que ha dado muestras de su capacidad de interpretar de forma modestamente
gigantesca, sin necesidad de alocuciones grandilocuentes ni de una puesta
pensada para paliar algún tipo de falencia actoral. Porque eso es Lucky: un
veterano de guerra, sin hijos, sin grandes recursos económicos, amante de la
música mexicana, sin una formación académica que lo lleve a explicitar sus
enigmas existenciales de forma sofisticada, alguien conocido por todos en el
pueblo y en -casi- completo estado de desnudez y exposición ante lo conocido, pero con
una enorme pregunta ante la cada vez menos eventual certeza de un final con
puerta a lo incógnito. Hay otro Lynch en la lista de créditos. David, alguien
que vaya si lo ha hecho descollar a Stanton (Corazón Salvaje, la hermosa
interpretación del Lyle de Una historia sencilla, su participación en Twin
Peaks), interpretando a Howard, un vecino del pueblo y amigo de Lucky a quien
se le ha perdido su tortuga de cien años llamada President Roosevelt y cuya
única preocupación es qué será de ella los próximos cien, cuando él ya no esté.
Un punto acaso contradictorio de la historia es el rasgo de candidez o falta de credibilidad de mostrar lo amigable (sin excepciones) del contexto humano que rodea al anciano en épocas en que pareciera que el envejecer se ha convertido en un
pecado imperdonable, sobre todo porque en la trama la palabra realismo va
cobrando un peso determinante en las consideraciones del personaje principal, sumado a que Lucky no se caracteriza por su propensión a la diplomacia. Pero más allá de eso, la ópera prima de J. C. Lynch no deja de enternecer, ya
que como se dijo, oficia como un merecido homenaje en vida a un actor que nos
ha dejado tantos momentos sublimes a lo largo de sus más de sesenta años de
carrera. Beth Grant, Ed. Begley Jr., Barry Shabaka Henley, Hugo Armstrong y Tom Skerritt (compañero de
rodaje de Stanton en Alien, el octavo pasajero), completan parte del
elenco.