domingo, 7 de septiembre de 2014

El Ardor




El Ardor es el tercer largometraje de Pablo Fendrik, lo precedieron El asaltante (2007) y La Sangre Brota (2008). El maravilloso marco natural de la selva misionera es el escenario de esta historia colmada -en el mejor y más logrado sentido- de guiños y tópicos cinematográficos. Una familia de campesinos, amedrentada por un grupo de mercenarios de poca monta que quiere apropiarse de su finca, recurre a un ancestral ritual de pedido de ayuda a los dioses, y en respuesta acude Kai, un chamán interpretado por Gael García Bernal. Kai encarna al justiciero, es un clarísimo guiño a las películas de samuráis o al western, en las cuales un lugar, víctima de una expoliación proveniente del "afuera", es preservado por quien acude a defender ese mundo bajo amenaza, con la diferencia -y he aquí uno de los aspectos más fuertes y conmovedores de la cinta- de que Kai pertenece al lugar, es más, podría decirse que "es" de alguna manera el lugar resguardándose de esa agresión externa: "...me ocurrió lo mismo que a ustedes e intenté adaptarme al pueblo, pero no pude, el monte es mi lugar" le explica el protagonista a la chica rescatada de los villanos. El canon del western está presente todo el tiempo en El Ardor: la llegada del héroe que es contemplada por la chica desde la ventana de su casa, los sombreros, las ruedas de carreta, el grupo de villanos comandados por un líder y hasta el duelo final entre los contendientes más representativos de la historia. Acaso uno de los puntos más logrados de la película sea el entendimiento magistral entre la cámara y el paisaje. La exuberancia de la selva, los sonidos naturales, conteniendo una situación portadora de su propio timing, escindida del mundo, resistiendo la penetración de lo externo. Ciertos momentos del film remiten asimismo a las inolvidables escenas enclavadas en el amazonas peruano de Aguirre, la ira de Dios (1972) y Fitzcarraldo (1982) del genial Werner Herzog. Manifestó Fendrik respecto de este hecho: "Lo admiro muchísimo; es un cineasta inspirador. Algunas de sus películas también están a mitad de camino entre el cine de autor y el de género, y eso es también un poco lo que intentamos acá." No son pocas las razones que ameritan ver El Ardor, pero tal vez la más importante sea que el cine en muchas de sus referencias y códigos de representación se encuentre felizmente presente a lo largo de sus cien minutos.