viernes, 8 de agosto de 2014

OSCURALIPSIS: Cuento de Violeta Soto

La hoja de la fecha se despegó del calendario, lo hizo sola, aún no eran las doce de la noche. Juan la observó en el suelo y se quedó pensando: "qué mal hacen las cosas”; siguió escuchando la radio, se acostó, dio vueltas y más vueltas, y no se pudo dormir.

Al levantarse, calculando que ya había amanecido, miró por la ventana, pero aún estaba el cielo muy oscuro. Fue hasta la cocina y sobre el piso vio caídas, unas sobre otras, las hojas que quedaban del almanaque.

Todas cayeron planeando hacia un círculo imperfecto, TODAS, hasta la del 31 de diciembre. Le recordaron sus tiempos de pibe, cuando jugaba a las “figuritas” con sus amigos del barrio y las dejaban caer desde una pared al piso, en una azarosa siembra de fotos redondas, con la imagen de los ídolos del fútbol.

Miró otra vez por la ventana: el jardín no se veía… No llegó el alba. En la radio terminó un programa pero no comenzó el siguiente…, tampoco se escuchó el “pip” que anuncia la hora, solo el ruido áspero de la estática, Y NADA.

Corrió el dial…, y lo mismo: la estática.

En Oriente la noche se prolongaba desde hacía más de un día, luego en África y en el Atlántico. En su chacra Juan no notó que la noche había sido más oscura. Grandes lagunas negras separaban el espacio entre las estrellas; algo era muy extraño, pero Juan no reparó demasiado en eso. El sol fue una de las tantas estrellas que se apagaron. No hubo amanecer…

El sueño lo fue venciendo y Juan volvió a la cama para dormir, sin saber, igual que todos, que el sueño sería infinito, de una noche infinita; que oscureció meridiano tras meridiano. Todos los seres del planeta se durmieron para siempre, envueltos en un frío que ya nunca los dejaría despertar.