En la ópera prima de Hernán Guerschuny, se explora el constante y a veces controvertido diálogo entre artífices y críticos. El crítico reflexiona además acerca de la aventurada arbitrariedad con que suele juzgarse el arte, y muestra a Rafael Spregelburd interpretando a un personaje atrapado por lo que él llama la maladie du cinemá.
Alguna vez, Severo Sarduy, dijo que quien escribe, de alguna manera representa una amenaza a la seguridad simbólica de los demás. Podría agregarse que quien escoja cualquier campo del arte para interpretar la realidad se adscribe en esa liga de personajes sentenciados a una relativa soledad. Probablemente, el ejercicio de la crítica represente una vuelta de tuerca más a esa regla, dado que un crítico da cuenta de la obra de quien da cuenta, constituyéndose en una doble amenaza, y teniendo que pagar el precio de ambas impertinencias.
Víctor
Tellez (Rafael Spregelburd), padece con creces las adversidades antes
descriptas. Escribe para un importante diario de Buenos Aires sus inclementes
críticas de cine, acaso ejerciendo una indirecta forma de venganza, buscando
víctimas que de todos modos se lo merezcan. Es que el verdadero cine ya murió,
y tal vez solo quede de él el francés con que esgrime sus interminables y
lapidarios coloquios interiores. Odia las comedias románticas y sus
insoportables tópicos, lleva una ascética y característica vida de intelectual
solitario, rodeado de libros y cintas en VHS, relacionándose mayormente con
quienes abrevan en los mismos odres. Pero un buen día, accidentalmente, conoce
a Sofía (Dolores Fonzi) en la recorrida de un departamento en alquiler. Sofía
es una suerte de dechado de todo lo que Tellez cree que aborrece, plana, de una
sensibilidad explícita, transparente y desacartonada, y por supuesto, muy
linda. En ese momento la película comienza a mostrar una pulseada entre esos
dos mundos, por una parte, Tellez resistiendo ser conquistado por Sofía, por la otra, Sofía advirtiento las grietas por las cuales inocular sus encantos.
Este
es el procedimiento acaso más efectivo que posee el primer largometraje de Guerschuny,
el narrar este proceso en el cual los códices de la comedia romántica van
apareciendo: la comida compartida en el departamento de bohemia, los guiños a
los filmes del género, los paseos por la ciudad, la lluvia, la música evocando
literalmente la escena, etc. "Es la maladie du cinemá" maldice
Tellez, quien no puede evitar la faena de convertirse en el crítico de esa
comedia romántica que está representando sin poder a cierta altura resistirse a
los atractivos de Sofía.
El
mundo de la crítica está contado en el film de manera muy efectiva, ya que
Guerschuny conoce muy bien el paño. Hace ya un par de décadas que junto a Pablo
Udenio dirige la revista Haciendo Cine. Desfila en El crítico un buen número de
personajes de la crítica y el mundillo del cine porteño aportando su rol de
himselfer. Manifestó el director en una
reciente entrevista de Claudio D. Minghetti: "Creo que la película intenta
poner en tela de juicio las definiciones, los moldes, las etiquetas. Este
medio, como muchos otros, está lleno de mitos, como que los cineastas y los
críticos son razas de planetas distintos. Creo que en todo crítico hay un
cineasta y en todo cineasta hay un crítico. Al menos en los festivales nos
alimentamos del mismo cóctel".
Si
bien por momentos la película hace la plancha y redunda volviendo sobre cosas
que quedaron claras en los primeros minutos, es una interesante oportunidad
para pensar ese constante y a menudo sinuoso diálogo que el arte suele
enfrentar como primera y a veces insorteable prueba de fuego.