domingo, 13 de octubre de 2013

Blue Jasmine


Con Blue Jasmine, Woody Allen vuelve a su país, a lo mejor de su cine y a la idea del destino como artífice de las vidas de sus criaturas.


Escrita y dirigida por Woody Allen, Blue Jasmine marca, entre varias cosas, su regreso a las locaciones estadounidenses desde Wathever Works (2009). Y no es precisamente casual que este retorno desembarque en las dos ciudades más emblemáticas de los Estados Unidos: Nueva York y San Francisco, es de alguna manera, una reafirmación de ese regreso, dado lo emblemático de estas dos grandes urbes que no solo representan las costas este y oeste, sino también la delimitación de dos imaginarios humanos muy nítidos. Encarna también la vuelta a lo mejor de su cine, al menos desde Match Point (2005), y una reanudación del tema del destino como determinante casi absoluto en la vida de sus criaturas.

Jasmine, interpretada por Cate Blanchett, tras la bancarrota económica sufrida por su marido (Alec Baldwin), se traslada desde Nueva York a casa de su hermana Ginger (Sally Hawkins) quien reside en San Francisco y trabaja como cajera de un supermercado. Jasmine intenta mantener, a pesar de la fuerza de las circunstancias, el histórico dominio ejercido sobre Ginger, no necesariamente a partir de su ascenso social, sino desde el momento en que la adopción de sus padres las hizo hermanas. Y es en esa permanente tentativa del personaje interpretado por Blanchett de mantener inamovibles los roles históricos -circunstancia que se sostiene a lo largo de toda la película- en donde el destino juega su carta, situación que planteada desde la ironía de Allen, transita un atajo tragicómico.  

El film no se plantea en ningún momento hacer un alegato en relación a las sordideces de las diferencias de clase. Tampoco se advierte una crítica a los códigos de pertenencia de una u otra esfera social, ya que como se escribió antes, es el destino el jugador casi absoluto, en relación al cual solo quedarían las vías de la aceptación o la de la locura. En rigor de verdad, en tiempos en que la promoción de estrategias para torcer el brazo del azar se ha vuelto una suerte de impronta de época, la mirada de Allen y su histórico determinismo naturalista siguen convirtiendo su mensaje en una rara avis. 

Se habló al principio de la reseña, de las emblemáticas ciudades retratadas en Blue Jasmine. Si bien Nueva York y las hermosas playas de Los Hamptons son esgrimidas desde la habitual frescura de la cámara del director nacido precisamente en esos lares, San Francisco y su romántica bahía se llevan todos los galardones. 

Sin duda, película digna de grandes consideraciones este regreso de Allen, regreso no solo respecto al hecho de volver a filmar en los Estados Unidos, sino sin temor a equivocarnos, en lo concerniente a lo mejor de su filmografía. 

Trailer Oficial: