jueves, 14 de febrero de 2013

Reminiscencia

Casi un año,

no queda más rastro que una lluvia

ensortijando un túmulo,

saludando el insólito replegarse del invierno.



Un agua que asfixia,

reino del gris inexorable:

infame impunidad de la vejez

celebrando la cotidiana ceremonia

del almuerzo…



Acaso deba reconocerle al destino

esa extraña merced:

haberse visto exento

de obrar con la modesta pulcritud

de los nuevos dioses.



¿Dónde están los únicos ojos que le vieron?



Ay de la cetrina profundidad

que aguardaba, si ni las más yertas calles

le atrapaban con su efímera magia de gaviotas. 



No queda más rastro que un agua.