martes, 8 de noviembre de 2011

Inmanencia

   Como de costumbre, las Luces Involuntarias transportaron mi experiencia, en este caso, hacia una pequeña casa en ruinas. Los episodios de ese tipo de factura, tal como he manifestado en reiteradas ocasiones, suelen darse en esos fantásticos amaneceres eternos, una especie de suspensión del tiempo en la cual la tenue luz de una luminosidad en cierne, compone el escenario de mis viajes más singulares. Me vi impelido a ingresar, puesto que algo desconocido me invitaba a sortear las estancias impregnadas de un espantoso olor a humedad, a muerte y abandono. Cuando llegué a la última habitación, desde la ventana descubrí un pequeño cementerio familiar. Desde chico me sentí atraído por todo lo tocante a los rituales y ornamentaciones que nuestra cultura suministra a quienes han traspasado el umbral, ..., el momento de la gran revelación, si es que la hubiera. Salté por el marco de la ventana y me ubiqué en el centro de las pocas sepulturas. No obstante, contrariamente a esas oportunidades en que las últimas moradas generaban un revelador dulzor arrastrado por un húmedo vientecito de principios de verano, sentí una presencia horrorosa que me obligó a desandar espantado el derrotero que me había llevado hasta las tumbas. Nada podía verse, olerse, tocarse, escucharse, lo cual tornaba más siniestra la comparecencia de una amenaza que hostigaba mi huída, haciendo que mis pasos no lograran hacerme avanzar rápidamente. Pude llegar hasta una de las primeras estancias cuando desperté, ya que las Involuntarias Luces parecieran ofrendar en cuentagotas el anticipo de una realidad que quizá en un Tiempo cercano o remoto -sinceramente no puedo atisbarlo- me introduzca de lleno en esas experiencias, no solo las del tipo que acabo de relatarles, pues he hablado en algún poema de cuerpos colgados esperando su turno en recintos embebidos de un dolor con opacos destellos de hielo, de ciudades Speerianas en las que siempre una calle acaba en un edificio antiguo, perfectamente conservado, en el que algo relativo a Hawthorne invita a entrar y desafía a la peripecia de animarse a revelarlo. Muchos años después encontré esta foto en una serie tomada por una querida amiga en que la casa era casi una réplica de la lóbrega protagonista de esta humilde confesión...    


Foto: gentileza de Cintia...