El último film del catalán Albert
Serra tiene su precursora. La Mort de Louis XIV (2016), protagonizada por el
icónico Jean-Pierre Léaud, narró el lento proceso de agonía del monarca, rodeado
de sus acólitos, en el marco de una habitación en donde lo que imperaba era un
tenebrismo caravaggiano de candelabros, sombras y rostros atónitos ante la
muerte de alguien considerado un semidiós. Ahora, el entorno es otro: un ámbito
de dos niveles unidos por una escalera, un rectángulo de leds en el techo, un
piso agrietado, tres almohadones, una torre de masas de repostería, un pequeño
espejo, un par de adminículos de asistencia personal para un enfermo y una luz
roja de la que nada escapa. El actor que ahora personifica al Rey Sol, es Luís
Serrat, quien participó en buena parte de la filmografía de Serra, interpretando
desde Sancho Panza en Honor de Cavallería (2006), hasta a Pompeu, el asistente de
Casanova en Història de la meva mort (2013). Ahora, el rey está solo, de
pie, gimiendo un "Ay" cada vez más intenso, deambulando por el lugar
hasta que solo le queda arrastrarse y tratar de asistirse con los pocos objetos de los que puede echar mano. Y el foco interpela más que al personaje, al
fenómeno de la agonía agudizándose. Primeros planos que casi al final del
proceso, se expanden y dejan ver cómo los estertores tienen sus testigos en un
público que va entrando al recinto, un público muy siglo veintiuno, con ropa
actual y celulares. De todos modos, el principal testigo es el monarca, un espectador de la evanescencia de una condición que se diluye, el poder
desvaneciéndose y quien lo pierde interpelando en el espejo a ese rostro que no
puede devolver otra cosa que desconcierto ante el perentorio e inminente final.
La película es el resultado del rodaje realizado por Serra de una performance
que le fue encargada por la galeria Graça Brandão de Lisboa, a raíz de que La
Mort de Louis XIV, iba a ser una puesta montada en el museo Pompidou de París.
Según el crítico Jean-Pierre Rehm, Roi Soleil puede explicarse y entenderse con
estas palabras: "Si la galería de arte enmarca la ‘acción’, lo que
encontramos aquí es cálculo, corte, montaje; en resumen: una película, sin
malos entendidos. Y una película cuyas sendas familiares son transitadas de
nuevo por Serra: la aristocracia en toda su grandeza, en su estupidez y agonía,
la representación del poder, las fuerzas del arte. Entre lo sublime y lo
grotesco, entre Buñuel y Dalí, una figura real se aboca a la búsqueda de su
propia máscara de muerte."