miércoles, 19 de septiembre de 2018

Un país verdadero

Vuelven. Los mismos acordes de guitarra, 
abreviados, hasta volverse un invisible filo 
que rasga lo invisible. 
En contraste, esta urbe. Aguas oscuras. El mar, 
como cifra de una ruina que año a año 
sigue desplegando sus alas. 
Respiración artificial. Destierro abisal: 
venganza de los dioses. 
Lluvia envenenada de tristeza. Ahora. 

Pero esta habitación, cerrada. Orbe. 
Este Sitio plegado sobre sí mismo. 
Esta otra galaxia de precoces aprontes para ir más allá. 
Lo invisible, lo invisible. 
Ir más allá de la rompiente. 
Un mejor callar, ..., mejor que nunca. 
Ese mismo estallido azul, reverberando,
sobre el agua de un río que nunca ha dejado de viajar 
hacia un lugar secreto. 
Cantará la misma canción mi antigua secuaz, 
cantará hasta que este trotamundos carezca de motivos 
para seguir escuchando y decida marcharse. 
Testimonio de un sitio prometido. 
Que el peregrino decida tomar el riesgo 
de abrir la puerta que lo espera. 
Acaso sean pasos destinados a darse sin testigos. 

Y México, México, otra vez México 
con su astronómico Fuentes, 
su Chavela, 
su Magia a la vuelta de cada esquina, 
su Octavio, 
su Frida, 
Rulfo, Rulfo, Rulfo 
y la sempiterna resistencia de un pueblo 
que al borde de un palmario infierno atisba un paraíso 
que viene latiendo desde hace siglos: 
otra forma de fe... 

Al fin habremos llegado a un país verdadero. 
Cantará la misma canción mi antigua sucedánea. 
Hemos deseado los mismos cuerpos 
y llorado las mismas penas. 
Manos limpias. Lavadas en secreto. 
¡Cómo hacen sonar tus músicos esas cuerdas 
mientras la maldita lluvia nos lo sigue recordando: 
no hemos dado los primeros pasos hacia el desierto! 

El incendio de un sol implacable. 
Voy a volver México, 
voy a volver también San Diego, 
voy a volver Mojave: 
tu historia de hermosos cadáveres regados; 
dejar una ofrenda al partir y llegar vacío. 
¿Cómo se supone que a uno lo espera un sabio? 
Que la sangre no se vea hasta que los gallinazos oficien su festín. 

Lean a Vallejo amigos, lean a Vallejo. 
Llénense de un Nuevo Mundo 
en toda su progresión de prodigios y calamidades. 
Voy a volver Medallo, Metrallo. 

Cantará la misma canción mi antigua aliada: 
y California nos aguardará paciente con sus glory roads
Ella, a quien el cine (Payne como ningún otro) 
ha hecho Universal. 
Oh, ir hacia ella. Ir hacia ella 
como a la búsqueda de ese aire tibio 
cuando un octubre austral, astral, 
abre su plétora y riega de vida y de flores 
las ciudades abatidas por el viento. 
Cómo hacen sonar tus músicos esas cuerdas, 
esas sobrias cuerdas: 
cantarás las mismas estrofas una y otra vez 
mi vieja camarada, aérea, 
desde quién sabe dónde, 
cantarás hasta que termine de escribirte. 
Manos limpias, 
lavadas en secreto, 
solo por nosotros, solo por nosotros...