jueves, 16 de agosto de 2012

Poema Nro. 24, Perdidos, La Frontera (A Severo Sarduy)

Un hombre casi sin alma

levanta un cuerpo de plástico;

los colores se derriten

en un recinto que se desvanece en el olvido.

Ni un solo escrito,

ni un solo indicio

prometiendo la inmortalidad

de un alma que se escurre

entre rojos, naranjas y fuego.



Hago magia susurró anoche Gisselle:

la del más enorme tesoro,

inventora de una cofradía

que se esfuma en el humo:

sus palabras desaparecen,

se ahogan en una plañidera súplica.