sábado, 8 de diciembre de 2012

Cristal

Vuelve a disfrazarse de Cobra.

Máscara de urbana penitente,

teme a las aves que pugnan

por picotear su atuendo de fuego.

Observa a destiempo, arrellanada,

a los niños que juegan

en una nueva y suburbana senda.

Una volátil cantinela con aires de milonga

atraviesa el compartido sueño

mientras enero estalla, resplandece su densa quietud.



Tanto para que la oscuridad los arrastre,

oculte de nuevo el tenue deslumbramiento,

tanto para que la calle reviente de feligreses

vertiendo espuma y oraciones.



Resquebraja el sol implacable

su carita de plastilina

y el pum pum de la pelota,

ratifica un período adolescente

del conjuro que profesan las estrellas.



Se levanta, camina entre ese tétrico bestiario de caníbales,

empuja otra vez la puerta

y se tiende a esperar el prodigio de la noche…