domingo, 17 de enero de 2021

Destino

And I used to be a citizen
And I never felt the pressure
I knew nothing of the horses
Nothing of the thresher
Paolo, take me with you
It was the journey of a life...

Scott Walker


No sabrán ellos si los oirán ese día, 
no lo sabrán,
mas renunciarán, acaso sin testigos, 
por siempre a esta ciudad diezmada 
por el negro y húmedo viento, 
el mar cantando su inaguantable rabia.
Darán paso tras paso, darán la espalda al territorio 
donde seguirá sonando un viejo canto.
Aguardarán, aguardarán la tarde 
para entregarse al implacable sol de enero.

Ciudadanos disidentes, expatriotas, 
habitantes de una nación diezmada. 
Ironía del destino o destino irrevocable, marcado a fuego,
fraguado a tiro de un absurdo, beatífico divertimento.
Y cantar en el mientras tanto, cantar en la entusiasta marcha, 
cantar, disonantes, mientras se busca el centro,
caminando, andando hacia el único destino, 
ese que aguarda escoltado por gigantes de hielo, 
por cielos cambiantes,
por una hermosa e impredecible coreografía de salvajes caballos.

¿Los escucharás pequeño habitante de un nuevo mundo?
Estarán pasando por la puerta de tu casa en algún momento.
¿Lo sabrás?
¿Los escucharás futuro narrador de gestas,
los oirás rezando en silencio oraciones a un Dios 
en quien no habrán acabado de creer? 

Y aquella insólita llanura les regalará un adelanto del destino final.
Y recobrarán, recobrarán ante ese hallazgo 
su fe en que al fin, su tiempo y su sueño 
se fundan en un solo y anónimo acorde.
Descansarán, dormirán su sueño en ese escarpe, 
sobre ese suelo entibiado por el promediar del verano,
y sabrán cuándo seguir hacia su sustancial anonimato.
Andar, andar nuevamente con el cuerpo seco, el alma llena.

Y como es de esperarse,
perderán, muchas veces, 
perderán aliados en el camino.
Y rondarán el lugar de la entrega,
se detendrán sin ánimo de socorrer a nadie,
solo a velar por que la historia 
escriba a puño de hierro otra inescrutable página.

Y vendrán los días más cortos,
y los verán andando,
y seguirán a paso firme a su escogido destino,
caminarán sin prisa pero sin pausa,
y escucharán, y enfrentarán a ese nuevo viento,
una voz rara vez atravesada por el eco irreverente 
de criaturas solitarias.

¿Los escucharás pequeño habitante de un nuevo mundo?
Estarán pasando por la puerta de tu casa en algún momento.
¿Lo sabrás?
¿Los escucharás futuro narrador de gestas,
los oirás inventando pretextos para seguir adelante,
custodiando la llama de un augurado nirvana?

Mas de pronto surgirá una extraña melodía,
brotará desde el cristalino cuenco de esos eriales,
surgirá y no será aprehendida sino recordada.
Minúsculo rebaño de fieles;
seguirán admirables su camino cantando un acorde prefijado 
desde la azul, eufórica, rotunda intuición de la infancia.

Si bastaba solamente un río amigable,
si alcanzaba solo con los primeros regalos del silencio,
si bastaba una pequeña colección de canciones,
venerar en secreto las historias que trajo aquella escurridiza brisa,
si alcanzaba con mirar las estrellas recostado en el regazo de las abuelas,
cantar y desafiar al mundo desde esa frágil y efímera confidencia,
y honrar a la vez a un pletórico y tibio universo de naranjas y peces 
que cabía en el patio de casa. 

¿Los escucharás pequeño habitante de un nuevo mundo?
Estarán pasando por la puerta de tu casa en algún momento.
¿Lo sabrás?
¿Los escucharás futuro narrador de gestas,
los oirás persistiendo en volar como los pájaros 
que llegaban cada verano de mundos tan lejanos, 
llegaban a inflamar de optimismo a aquellas pequeñas ciudades?

Solo tres hombres habrán llegado a destino. 
Ya no será preciso seguir andando. 
Solo cantarán, 
cantarán a esas cumbes que se irán cubriendo 
con las primeras nieves del otoño.
Cantarán ese acorde precitado, 
y será entonces, será entonces
cuando todo verbo, 
todo signo, 
todo gesto,
toda absurda reverencia,
cuando incluso el resto de la música,
deberán al fin rendirse, 
será entonces cuando ya no sea preciso 
bailar una danza invisible, 
cantando un mudo grito en tierras ajenas...