domingo, 26 de enero de 2020

Parasite: una comedia sin payasos, una tragedia sin villanos


El director de The Host, Snowpiecer y Okja, regresa con una atrapante comedia oscura: combinación de géneros, obra maestra de la narración visual y contundente retrato de época, Parasite es una historia que excede claramente el costumbrismo de su país de origen, siendo asimismo uno de los más notables filmes de 2019.   

Bong Joon-Ho ha dejado en claro, sobre todo con Snowpiercer: Rompenieves, que la lectura social es una de las vigas maestras de sus proyectos. En aquella película del año 2013, protagonizada por Chris Evans, Kang-ho Song, Tilda Swinton, Jamie Bell y Ed Harris, el director surcoreano situó su propuesta en un futuro distópico en el cual un enorme tren gira eternamente alrededor de un mundo posglacial, tren en el que las diferencias de clase y las relaciones de poder replicaban -en mayor o menor medida- las del mundo que conocemos. En su última película, trabajo en que el mix entre el thriller y la comedia oscura está muy bien logrado, nos lleva al Corea del Sur presente, poniendo a interactuar a miembros de dos familias muy bien delimitadas respecto de sus extracciones de base e imaginarios.

Lejos de permitirnos compararlo con el paradigma de Casa Tomada, ya que aquí los propietarios de la lujosa casa no son conscientes de la intrusión de ese factor indeseable y desestabilizador, Parasite es el relato de cómo una familia pobre (familia a la que se muestra con una habilidad funcional para moverse y sobrevivir en un mundo situado al borde de la ilegalidad) aprovecha la candidez de la madre de la familia a la que le ha tocado una mucho mejor suerte, y falseando sus identidades, van ocupando puestos de servicio en la casa. A partir de ese momento en que la embozada invasión se consuma, empieza a desencadenarse una secuencia de situaciones cimentadas en la alegoría no tan alegórica de esos seres de un submundo de postergación, a quienes no pareciera quedarles más opciones que valerse del medio que sea para arrebatarle su parte a quienes viven una situación que por otras vías pareciera inalcanzable. Incluso el tema del trabajo como factor del ascenso social en la actual sociedad (global por si quedase alguna duda) es puesto en duda de manera bastante sutil a raíz de la aparición de un inesperado personaje.

Respecto de eso es justo decir que si bien desde lo visual los campos humanos están muy bien delimitados, desde el punto de vista del guion, en ningún momento el último trabajo de Bong Joon-Ho tropieza con subrayamientos u oportunismos discursivos, mostrando una vez más que aun ante la complejidad de ciertos planteamientos, el cine puede seguir valiéndose de la imagen y de lo gestual para resolver situaciones que de no ser así, desembocarían inevitablemente en el tedio del coloquio panfletario. Los bandos no recaen en ningún momento es algún tipo de fundamentación que justifique su accionar, pues se los muestra como insertos en una objetividad que lejos de querer ser transformada o puesta en tela de juicio, lo único que parece aportarles son escasos recursos de autopreservación. En palabras del propio director: una comedia sin payasos, y una tragedia sin villanos.  

Hay que hacer necesariamente hincapié en el aspecto visual de estos contemporáneos apuntes del subsuelo. La fotografía de Kyung-pyo Hong, quien colaboró previamente con el director en Mother y en Snowpiercer, es uno de los capitales sustanciales en Parasite. El aprovechamiento del potencial natural de la luz como generador de climas emocionales es verdaderamente notable, haciendo de ese aspecto una de la grandes fortalezas narrativas en las que se apuntala la historia, sin la necesidad de artificios innecesarios y valiéndose casi exclusivamente de los contrastes de luz y sombra que sirven de marco a la perturbadora experiencia transitada por ambas familias. Y no puede dejar de mencionarse cómo también, desde las estrategias fotográficas, se le confiere a la moderna casa en que transcurre buena parte de este dramedy familiar, el rol de volverse un personaje más, con un peso contundente, y se insiste, siendo parte de esa franja importante del film donde lo visual aporta mucho más que lo meramente declamatorio. 

Los que vivimos en Mar del Plata y los que se acercaron al último Festival Internacional de Cine de esta ciudad, tuvimos la chance (y la satisfacción) de ver en noviembre pasado esta última entrega del director nacido en la ciudad de Daegu en Corea del Sur. Fue una película con una repercusión mucho más favorable por parte del público que del jurado. Contrariamente, Parasite resultó ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cine de Cannes. Y el próximo 9 de febrero se sabrá si a raíz de las seis nominaciones que tiene a los premios Oscar (Mejor Película, Guion Original, Dirección, Edición de Película, Diseño de Producción y Film Internacional), se alza con el máximo galardón (el Oscar a la Mejor Película) y se convierte en el primer film realizado fuera de Estados Unidos en obtener ese reconocimiento.