Todo mana de un
cuenco
que desde hace tiempo
ha dejado de llenarse
con esas nuevas voces.
Las verdaderas voces
atraviesan indemnes
la historia,
bastó una sola y
pobre oreja
para atrapar el
sonido de tus pasos
cuando aún podías
olfatear la viva niebla.
Aquella niebla y
aquel verde océano
caen profundamente en
tu inmenso silencio.
La música del río nos llama desde siempre,
la humana turbiedad no ha logrado impregnar las sacras penumbras:
niña del mar,
te siento emigrar de los dominios del sueño,
viajas inclaudicable hacia las contingentes vastedades del lenguaje...
Desde esta aterradora vigilia
puedo sólo manipular cadáveres,
sangre que transformará a los niños
en vanos sobrevivientes:
niña del mar,
te siento emigrar de los dominios del sueño,
viajas inclaudicable hacia un perpetuo laberinto...