En la tibieza de un
paraje
olvidado de los
nuevos hombres
que tanto te
inquietan Amelia,
supones que el tiempo
todo lo arrastra.
Hay momentos neutros,
con sus gentes
caminando
hacia un sol eterno:
acaricia el metal
destellante
de aviones que parten
sin llevarte.
Alguien camina de
noche
sobre tus frágiles
techos de papel,
pero Buenos Aires es
una enorme nube,
de mañanas y mañanas,
es el sueño, …es el
destino.