sábado, 16 de marzo de 2013

En busca de la utópica promesa de la sangre

Retornó, otra vez en la noche, sembró de piedras un suelo diezmado por los espectros que apresuraron el mal sueño. El centelleo de luces grises en un negro de bravura implacable -ese que siempre, desde las más estivales y sumergidas sombras, lo obligó a fugar hacia adelante, furtivo, escurridizo, anónimo, en busca de la utópica promesa de la sangre- asió unas manos, un torso, unas delgadas piernas, al cálido emerger de sábanas que surcaban, velaban a menudo su adentrarse en el anticipo de un inevitable regreso, acaso una atormentada huida hacia el mejor de los Tiempos: (vagar con las alas arrancadas por las fauces de los más bellos niños, …, perdiendo y recuperando la fe a cada paso).

Ella brindaba la hierba, suministraba los más diversos brebajes, mientras inconsciente, precisa, siniestra, construía sosegadamente una última morada, lejos del transparente señorío del impenetrable bosque.

Retornó otra vez en la noche; él, impreso ya en la historia del más incógnito ilusionismo, caminaba por un cimiento impregnado de indecorosa música, esa que no obstante no impedía, merced de su impreciso y entrecortado estrépito, que un hilo de muerte devorándose casi todo el aire, se colara desde la contigua celda.