miércoles, 13 de marzo de 2019

Si pudiésemos nombrarla

Tu canción habla de misterio Roy.
Un Dios que dejó de cantar,
desraizado, tiempo en que una noche
y una era sellaron pacto 
en contra de la locura.

Ella, ella lleva consigo el fuego.
Y el fuego destruye y construye,
(sustancial redundancia)
igual que ella,
ella hace que el futuro se expanda
mientras marchamos ilusos por estas ciudades
que nos andan a su antojo.
Nadie ha podido poner en palabras
el secreto que en algunas tardes de verano
las ciudades desvelan
antes de abrir paso a la fresca llanura.

Para nosotros el océano ya no cuenta:
hemos dejado de ser niños,
sabemos de la finitud de estas aguas
que evocaron falsos nirvanas,
buenos soldados, 
guerras posibles de ganarle al destino.
Ahora la cordura nos conduce hacia el abismo Roy,
¿dónde quedó tu tiempo?,
¿dónde hallarte para cumplir el sueño
de escucharte cantar junto a ella?      

Ella sonríe, trata de llegar hacia nosotros,
pero ya no puede prometerse el mar sin traicionarse.
Ella aprendió a llorar sonriendo:
casi cotidianamente muerde nuestro cebo,
lo que la torna más preciosa
pero también más proclive a tropezar
con nuestra letanía cantada a media voz.

Si contáramos con la tuya Roy.
Este lado es a veces tan hermosamente ambiguo
que la merece para ser anunciado,
traerla con nosotros,
nosotros, tan poco niños ya.
No pudiendo ofrecer ya el mar como soborno.

Tu canción habla de misterio Roy.
Puede ser tan simple conjurar lo perfecto
cuando el tiempo es el Tiempo,
pero ella siempre aparece cuando olvidamos esa música
que nos reveló algunas veces la fascinación del trigo
justo antes de la siega.

Ella,
si supiésemos su verdadero nombre,
si pudiésemos nombrarla
la poesía no tendría objeto.
Nosotros,
tan poco acreedores
de nuestros milagros,
tanto más responsables
por nuestros tantos muertos. Fantasmas.

Roy, necesitamos de tu voz
para tender un puente hacia ella, 
tu voz Roy, 
tu canción 
que habla de misterio.