domingo, 10 de junio de 2018

Joel: una más de Sorín rodada íntegramente en la Patagonia


Carlos Sorín vuelve a filmar en la Patagonia. En Joel, narra la historia de la polémica adopción de un chico de nueve años, proveniente del Gran Buenos Aires, por parte de un matrimonio de un pueblo del sur profundo de la Argentina.

El marco de una invernal Tolhuin, en Tierra del Fuego, fue el rincón patagónico escogido en este caso por Carlos Sorín para darle fondo a la historia de un matrimonio joven, que recibe a un chico de nueve años en guarda, con miras a una posterior adopción definitiva. Cecilia (Victoria Almeida), profesora particular de piano y Diego (Diego Gentile), ingeniero forestal, deciden recibir en su casa a Joel (Joel Noguera) y apostar al éxito del proceso de adaptación de ese niño proveniente del Gran Buenos Aires, sin más vínculos familiares que el de un tío cumpliendo una condena en prisión.

Pero lejos de hacer hincapié en el ámbito estrictamente familiar, Joel enfoca su mirada en las posibilidades de adaptación de un chico (con una historia de vida ya forjada y nada feliz, ligada a la marginalidad y al delito de sus vínculos más próximos), a una pequeña comunidad en donde algunos de sus integrantes van a resistir el supuesto factor desestabilizador que puede representar el contacto de Joel con sus compañeros de colegio. Es una película con la clara intención de hacer recaer el protagonismo de su épica en una figura femenina, en este caso la madre adoptiva. Y es asimismo el trabajo de Sorín en donde esa austeridad visual desde donde sus personajes emergen y se expresan, da lugar a las reacciones más incómodas por parte de ellos. Claramente la incomodidad es el tema en su última propuesta, la incomodidad y la disposición o no de -en este caso- una comunidad educativa de atravesarla en pos de lograr el objetivo de la integración de un niño a ella. Lejos de cargar las tintas morales en uno u otro sentido, el film pone a jugar de manera cruda las dos posturas, la inclusiva, encabezada en la figura de Cecilia, y la del rechazo, encarnada en el grupo de familias más conservadoras del pueblo, sin dejar no obstante de mostrar a personas que en la controversia se sitúan, deliberada o intuitivamente, a mitad de camino, intentando incluso construir un puente.         

La Patagonia es un escenario recurrente en la filmografía del realizador de La película del rey. Otra -poco más o menos- constante de su cine, es la interacción de algunos de sus personajes, aparentemente pequeños (mínimos para hacer alusión a su película acaso más celebrada), con la inmensidad de un espacio que les concede sin embargo la apertura y el oxígeno necesarios para agigantarse y expresar su en principio velada magnitud. Huelga decir que la Patagonia es un entorno más que funcional a los fines de que ese artificio funcione. Y no solo el contexto obra en pos de conceder ese marco de fondo, sino también la reducción a una mínima expresión de todas las tácticas cinematográficas. En palabras del propio director: "Hay en mí una reacción contra lo cinematográfico, contra la impostura cinematográfica... El espectador es una tercera persona invisible. Yo necesito una cámara invisible." Y ese proceso de agigantamiento, en este caso, hace que los partícipes de la disputa, expresen una gama de reacciones que funcionan como una maqueta de la condición humana en la complejidad de relaciones que se ve obligada a menudo a afrontar, extrapolada al ámbito reducido y por ende menos difuso de una pequeña localidad de provincia.     

El trabajo de no-actores en un mix con actores profesionales es otra de las marcas características del cine de Carlos Sorín. Uno de los protagonistas de Historias Mínimas (2002), Antonio Benedicti, fue un jubilado matricero de la ciudad de Montevideo. Actuaron también en ese film una joven maestra de Santiago del Estero y un chamamecero correntino. El protagonista de Bombón, el perro (2004), Juan Villegas, fue quien hacía años trabajaba en una cochera donde guardaba su auto el director. Y la lista de personajes podría extenderse. En el caso de Joel, Joel Noguera fue descubierto por casualidad en una panadería del mismo Tolhuin por el propio realizador tras un casting previo en que habían quedado seleccionados otros tres chicos, también pobladores del lugar. La escena en donde más evidente es la ausencia de guion y la participacion de no-actores, es la de la asamblea de padres en la cual va a decidirse el futuro de Joel, rodada en una clara vena documentalista que le suma a ese momento de la película una espontaneidad de la que sin duda hubiese carecido si los no-actores hubiesen tenido que ceñirse a un texto menos flexible.

Queda demostrado una vez más con la pequeña-gran odisea de Joel y Cecilia, que en ocasiones un realizador de cine no debe hacer más que aproximar su lente, evitando provocar aspavientos; y desde allí, partiendo de una idea con la suficiente sustancia para sostenerse por sí misma, sin subrayamientos morales, tratando de conservar los bajos perfiles, lograr narrar un relato que se mantenga a flote, valiéndose casi exclusivamente del peso específico de su propia capacidad significativa.